Tres textos breves

 

El espíritu aristocrático

Robert Legros

 

Cuando las costumbres se hallan impregnadas del espíritu aristocrático, pertenecer a una clase social tiende a parecer del mismo orden (de la misma naturaleza) que pertenecer a una raza (o a un sexo), en la medida en que una y otra pertenencias son de nacimiento (transmitidas de modo natural, recibidas en principio con independencia de las voluntades o convenciones humanas); y a la inversa, pertenecer a una raza (o a un sexo) tiende a aparecer del mismo orden (de la misma naturaleza) que perte­necer a una clase social, en la medida en que una y otra son sentidas como pertenencias que confieren un rango, que deter­minan un puesto dentro de una jerarquía… En cualquier aristo­cracia, quienes sirven están en principio destinados a servir como la mujer está destinada a ser mujer: por su nacimiento; pero la mujer está destinada a ser mujer como quienes deben servir están destinados: debido a que están inscritos en una jerarquía. (El advenimiento de la democracia).

Reseña de Fernando Savater

 

 

La invención del ciudadano

Philippe Nemo

 

Los griegos inventan de este modo un tipo de hombre que no soporta ya la desigualdad --ya sea ésta respecto a uno solo, monarca o tirano, ya sea res­pecto a algunos privile­giados--, sino que entiende que todo el mundo participa por igual en el poder y está some­tido por igual a la misma ley, cosa que expresan respec­ti­va­mente los conceptos de isocracia y de isonomía. Aristóteles dirá que la política es el arte de encontrar una forma de orden, o sea de diferen­ciación, en el interior de un grupo compuesto no obs­tante de iguales, ‘cuadratura del círculo’ que las constitu­ciones griegas supieron realizar inven­tando procedi­mientos de vida cívica, sorteos, elecciones, suce­sión regular de los magistrados y haciendo que el ciudadano  alternara en el mando y la obediencia.  En cualquier caso, para los griegos la solución puramente jerárquica (rea­leza, tiranía, sociedades divididas en órdenes) será definitivamente elimi­nada por insoportable, inhu­mana, bárbara. (Histoire des idées politiques dans l'Antiquité et au Moyen Âge).

 

 

Filosofía y Ciudadanía

Jean-Pierre Vernant

 

La solidaridad que constatamos entre el nacimiento del filósofo y el advenimiento del ciudadano no es para sorprendernos. En efecto, la ciudad realiza en el plano de las formas sociales esa separación de la naturaleza y la sociedad que implica, en el plano de las formas mentales, el ejercicio de un pensamiento racional. Con la ciudad, el orden político se ha desligado de la organización cósmica; aparece como una institución humana que constituye el objeto de una búsqueda inquieta, de una discusión apasionada […]

 

    Esa aspiración hacia lo Uno y lo Idéntico se formula en el marco de los nuevos problemas, propiamente filosóficos, que surgen cuando la vieja pregunta: ‘¿Cómo brota el orden a partir del caos?’, se ha trans­formado en un tipo diferente de aporías: ‘¿Qué existe de inmu­table en la naturaleza?’ ¿Cuál es el principio, arjé, de la realidad? ¿Cómo podemos alcanzarla y expresarla?’. Así pues, el apa­rato de nociones míticas que los físicos de Jonia heredaron de las religión (génesis, amor, odio, unión, lucha de contrarios) no respondía ya a las necesidades de una indagación que apunta a definir, en un lenguaje puramente profano, lo que cons­tituye el fondo permanente del ser”. (Mito y pensamiento en la Grecia antigua).

El nacimiento de la Filosofía:

el paso del mito al logos