La Filosofía y su vivencia

Manuel García Morente (1886-1942)

 

[De nada sirve dar una definición de la FiLoSOfÍa antes de empezar a hacerla. Hay que ponerse a filosofar, sin miedo y con rigor. Vivirla nos ayudará a entender de qué va]

 

    Vamos a iniciar el curso de introducción a la filoso­fía plan­teando e intentando resolver algunas de las cues­­tio­nes principales de esta disciplina.
    Ustedes vienen a estas aulas y yo a ellas también, para hacer juntos algo. ¿Qué es lo que vamos a hacer juntos? Lo dice el tema: vamos a hacer filosofía.
    La filosofía es, por de pronto, algo que el hombre hace, que el hombre ha hecho. Lo primero que debemos intentar, pues, es definir ese “hacer” que llamamos filosofía. Debere­mos, por lo menos dar un concepto general de la filosofía, y quizá fuese la incumbencia de esta lección primera la de ex­plicar y exponer qué es la filosofía. Pero esto es imposible. Es absolutamente imposible decir de antemano qué es filosofía. No se puede definir la filosofía antes de hacerla; como no se puede definir en general ninguna ciencia, ni ninguna disciplina, antes de entrar directamente en el trabajo de ha­cerla.
    Una ciencia, una disciplina, un “hacer” humano cual­quiera, recibe su concepto claro, su noción precisa, cuando ya el hombre ha dominado ese hacer. Sólo sabrán ustedes qué es filosofía cuando sean realmente filóso­fos. Por consi­guiente, no puedo decides lo que es filosofía. Filosofía es lo que vamos a hacer ahora juntos, durante este curso en la Universidad de Tucumán.
    ¿Qué quiere esto decir? Esto quiere decir que la filosofía, más que nin­gu­na otra disciplina, necesita ser vivida. Necesi­tamos tener de ella una “vivencia”. La palabra vivencia ha sido introducida en el vocabulario español por los escritores de la Revista de Occidente, como traducción de la palabra alemana “Erlebnis”. Vivencia significa lo que tenemos real­mente en nuestro ser psíquico; lo que real y verdaderamente estamos sintiendo, teniendo, en la plenitud de la palabra “tener”.
    Voy a dar un ejemplo para que comprendan bien lo que es la “vivencia”. El ejemplo no es mío, es de Bergson.
    Una persona puede estudiar minuciosamente el plano de París; estudiarlo muy bien; notar uno por uno los diferentes nombres de las calles; estudiar sus direcciones; luego puede estudiar los monumentos que hay en cada calle; puede estudiar los planos de esos monumentos; puede repasar las series de las fotografías del Museo del Louvre, una por una. Des­pués de haber estudiado el plano y los monumentos, puede este hombre procurarse una visión de las perspectivas de Pa­rís, mediante una serie de fotografías tomadas de múltiples puntos de vista. Puede llegar de esa manera a tener una idea regularmente clara, muy clara, clarísima, detalladísima de París.
    Esta idea podrá ir perfeccionándose cada vez más con­forme los estudios de este hombre sean cada vez más minu­ciosos; pero siempre será una mera idea. En cambio veinte minutos de paseo a pie por París, son una vivencia. 
    Entre veinte minutos de paseo a pie por una calle de París y la más larga y minuciosa colección de fotografías, hay un abismo. La una es una mera idea, una representa­ción, un concepto, una elaboración intelectual; mientras que la otra es ponerse uno realmente en presencia del objeto, esto es: vivirlo, vivir con él; tenerlo propia y realmente en la vida; no el concepto que lo substituya; no la fotografía que lo substituya; no el plano, no el esquema que lo subs­tituya, sino él mismo. Pues, lo que nosotros vamos a hacer es vivir la filosofía.
     Para vivirla es indispensable entrar en ella como se en­tra en una selva; entrar en ella a explorarla.
    En esta primera exploración, evidentemente no viviremos la totalidad de ese territorio que se llama filosofía. Pasea­remos por algunas de sus ave­ni­das; entraremos en algunos de sus claros y de sus  bosques; viviremos real­men­te al­gu­­nas de sus cuestiones, pero otras ni siquiera sabremos que exis­ten quizá. Po­dre­mos de esas otras o de la totalidad del territorio filosófico, te­ner alguna idea, algún esquema, como cuando preparamos algún viaje te­ne­mos de ante­mano una idea o un esquema leyendo el Bae­de­ker pre­via­mente. Pero vivir, vivir la rea­­lidad filosófica, es algo que no podre­mos hacer más que en un cierto número de cuestiones y desde ciertos puntos de vista.
    Cuando pasen años y sean ustedes viajeros del continente filosófico, más ave­zados y más viejos, sus vivencias filo­só­fi­cas serán más abundantes, y en­ton­ces podrán ustedes tener una idea cada vez más clara, una definición o concepto cada vez más claro, de la filosofía.
    De vez en cuando, en estos viajes nuestros, en esta peregrinación nues­tra por el territorio de la filosofía, podremos detenernos y hacer balance, ha­cer recuento de conjunto de las experiencias, de las vivencias que hayamos te­ni­do; y en­tonces podremos formular al­gu­na definición general de la filo­so­fía, ba­sada en esas auténticas vivencias que hayamos tenido hasta entonces.
    Esa definición entonces tendrá sentido, estará llena de sentido, porque habrá dentro de ella vivencias per­so­na­les nuestras. En cambio una definición que se dé de la filosofía antes de ha­ber­la vivido, no puede te­ner sentido, re­sul­tará ininteligible. Pa­re­cerá acaso in­teligible en sus tér­mi­nos; estará com­pues­ta de palabras que ofrecen un sen­ti­do; pero ese sentido no estará lleno de la vivencia real. No ten­drá para nosotros esas resonancias largas de algo que hemos estado mu­cho tiempo viviendo y meditando. Así, por ejemplo, es posible reducir los sistemas filosóficos de algunos gran­des filósofos a una o dos fórmulas muy pregnantes, muy bien acuñadas. Pero ¿qué dicen esas fórmulas a quien no ha caminado a lo largo de las páginas de los libros de esos filósofos? Si les digo a ustedes, por ejemplo, que el siste­ma de He­gel puede resumirse en la fórmula de que “todo lo racional es real y todo lo real es racional”, es cierto que el sistema de Hegel puede resu­mirse en esa fór­­mu­la. Es cierto también que esa fór­mula presenta un sentido inme­dia­to, inte­li­gi­ble, que es la iden­tificación de lo racional con lo real, tanto po­nien­do como su­je­to a lo racional y como ob­je­to a lo real, como invir­tiendo los tér­mi­nos de la pro­po­sición y poniendo lo real co­mo su­jeto y lo racional como predi­ca­do.
    Pero a pesar de ese sentido apa­ren­te e inmediato que tiene esta fór­mu­la, y a pesar de ser realmente una fórmula que expresa en conjunto bastante bien el con­­tenido del sis­tema he­ge­lia­no, ¿qué les dice a ustedes? No les di­ce na­da. No les dice ni más ni me­nos que el nom­bre de una ciudad que us­tedes no han vis­to, o el nombre de una calle por la cual no han pasado nunca. Si yo les di­go a us­­tedes que la Avenida de los Cam­pos Elíseos está entre la Plaza de la Con­­­­cor­dia y la Plaza de la Estrella, us­te­des tie­nen una frase con un sen­ti­do, pe­ro den­tro de ese sentido no pue­den poner una realidad autén­ti­ca­mente vivida por us­te­­des. 
    En cambio, si se ponen a leer, a me­ditar, los difíciles libros de Hegel; si se su­mergen y bracean en el mar sin fondo de la Lógica, de la Fenomenología del Es­píritu o de la Filosofía de la His­toria Universal, al cabo de algún tiempo de con­vivir por la lectura con es­tos libros de Hegel, ustedes viven esa filosofía; es­tos secretos caminos les son a ustedes conocidos, familiares; las diferentes de­duc­ciones, los razo­na­mien­­tos por donde Hegel va pasando de una afir­mación a otra, de una tesis a otra, ustedes también los han recorrido de la mano del gran fi­ló­sofo. Y en­ton­ces, cuando lleven algún tiempo viviéndolos y oigan decir la fór­mula de “todo lo racional es real y todo lo real es racional”, llenarán esa fór­mu­la con un con­te­­nido vital, con algo que han vivido realmente, y cobrará esa fór­mula una can­­tidad de sentidos y de resonancias infinitas que, dicha de pri­me­ra vez, no tendría. Pues bien: si yo ahora les diese alguna definición de la filosofía, o si me pusiese a discutir con ustedes varias definiciones de la filosofía, sería exactamente lo mismo que ofrecerles la fórmula del sistema hegeliano. No pondrían ustedes dentro de esa definición ninguna vivencia personal. Por eso me abstengo de dar ninguna definición de la filosofía. Solamente, repito, cuando hayamos recorrido algún camino, por pequeño que sea, dentro de la filosofía misma, entonces podremos, de vez en cuando, hacer alto, volver atrás, recapitular las vivencias tenidas e intentar alguna fórmula general que recoja, palpitante de vida, esas representaciones experimentadas realmente por nosotros mismos. (Manuel García Morente, Lecciones preliminares de filosofía, ed. Porrúa, México, 1977).
Así que, ahora, vas a meterte a hacer  filosofía, de modo que puedas ir formándote tú una idea de lo que es. Como verás, se trata de una investigación guiada (la llaman 'Web Quest') acerca de dos asuntos:
    1) ¿Qué papel pueda corresponderle a la FiLoSOfía jugar en la sociedad?
    2) ¿Y por qué estudiarla en 1º de Bachillerato?
    Confío en que, al final de esta indagación, consigas tener una idea más clara de lo que es hacer FiLoSOfía.
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Manuel García Morente

Lecciones preliminares de filosofía

Ed. Porrúa, nº 164, Méjico, 1977 (nueva ed. en 2008)

También las han editado Ediciones Encuentro,

con prólogo de Julián Marías,

y la editorial Losada.

Rincón de la cita

Siempre hay que decir lo que se ve. Y, sobre todo -si bien esto es aun más difícil-, siempre hay que ver lo que se ve. (Charles Péguy)

Quien verdaderamente aprende a ver, se acerca a lo invisible. (Paul Celan)

Cine, teatro, pensamiento

Como el agua que fluye

Manuel R. Avis