El símbolo rompe el 'círculo funcional'

Ernst Cassirer (1874-1945)

  

El biólogo Johannes von Uexküll ha escrito un libro en que em­pren­de una revisión crítica de los principios de la biología… Como él mismo señala, representaría una especie verda­de­ramente ingenua de dogmatismo suponer que existe una realidad absoluta de cosas que fuera la misma para todos los seres vivientes. La realidad no es una cosa única y homogénea; se halla inmensamente diversificada, poseyendo tantos es­que­mas y patrones diferentes cuantos diferentes organismos hay. Cada organismo, por decirlo así, […] posee un mundo propio, por lo mismo que posee una experiencia peculiar. Los fenómenos que encontramos en la vida de una determinada especie biológica no son trans­feribles a otras especies. Las experiencias, y por tanto las realidades, de dos orga­nis­mos diferentes son inconmensurables entre sí. En el mundo de una mosca, dice Uexküll, en­con­tramos sólo ‘cosas de mosca’, en el mundo de un erizo de mar encontramos sólo ‘cosas de erizo de mar’ […]
Uexküll comenzó sus investigaciones con el estudio de los organismos inferiores y las fue extendiendo poco a poco a todas las formas de la vida orgánica. En cierto sentido se nie­ga a hablar de formas inferiores o superiores de vida. La vida es perfecta por doquier, es la misma en los círculos más estrechos y en los más amplios. Cada organismo, hasta el más ínfimo, no sólo se halla adaptado en un sentido vago sino enteramente coordinado con su ambiente. A tenor de su estructura anatómica posee un determinado sistema ‘re­cep­tor’ y un determinado sistema ‘efector’. El organismo no podría sobrevivir sin la co­ope­ra­ción y equilibrio de estos dos sistemas. El receptor por el cual una especie biológica re­ci­be los estímulos externos y el efector por el cual reacciona ante los mismos se hallan siem­pre estrechamente entrelazados. Son eslabones de una misma cadena, que es descrita por Uexküll como “círculo funcional”. […]
¿Es posible emplear el esquema propuesto por Uexküll para una descripción y carac­terización del mundo humano? Es obvio que este mundo no constituye una excepción de esas leyes biológicas que gobiernan la vida de todos los demás organismos. Sin em­bar­go, en el mundo humano encontramos una característica nueva que parece constituir la marca distintiva de la vida del hombre. Su círculo funcional no sólo se ha ampliado cuan­ti­tativamente sino que ha sufrido también un cambio cualitativo. El hombre, como si dijéramos, ha descubierto un nuevo método para adaptarse a su ambiente. Entre el sis­te­ma receptor y el efector, que se encuentran en todas las especies animales, hallamos en él, como eslabón intermedio, algo que po­de­mos señalar como sistema "simbó­lico". Esta nueva adquisición transforma la totalidad de la vida humana. Comparado con los demás animales el hombre no sólo vive en una realidad más amplia sino, por decirlo así, en una nueva dimensión de la realidad. Existe una diferencia innegable entre las reac­ciones orgánicas y las respuestas humanas. En el caso primero, una respuesta directa e inmediata sigue al estímulo externo, en el segundo la respuesta es demo­rada, es in­terrum­pi­da y retardada por un proceso lento complicado de pensa­miento. A primera vista seme­jante demora podría parecer una ventaja bastante equí­voca; algunos filósofos han puesto sobre aviso al hom­bre acerca de este pretendido progreso. El hombre que medita, dice Rousseau, “es un animal depravado”: so­brepasar los límites de la vida orgánica no representa una mejora de la naturaleza humana, sino su deterioro.
Sin embargo, ya no hay salida de esta reversión del orden natural. El hombre no puede es­capar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico, sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión consti­tuyen partes de este universo, for­man los diver­sos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de la expe­riencia hu­ma­na. Todo pro­greso en pensamiento y expe­riencia afina y refuerza esta red. El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inme­diato […].

Desde el punto de vista al que acabamos de llegar podemos cor­regir y ampliar la definición clá­sica del hombre. A pesar de todos los esfuerzos del irracionalismo moderno, la definición del hombre como animal racional no ha perdido su fuerza. La racionalidad es un rasgo inherente a todas las actividades humanas. La misma mitología no es una masa bruta de supersticiones o de grandes ilusiones, no es puramente caótica, pues posee una forma sistemática o conceptual; pero, por otra parte, sería imposible caracterizar la estructura del mito como racional. El lenguaje ha sido identificado a menudo con la razón o con la verdadera fuente de la razón, aunque se echa de ver que esta definición no alcanza a cubrir todo el campo. En ella, una parte se toma por el todo: pars pro toto. Porque junto al lenguaje conceptual tenemos un lenguaje emotivo; junto al lenguaje lógico o científico, el lenguaje de la imaginación poética. Primariamente, el lenguaje no expresa pensamientos o ideas, sino sentimientos y emociones. […] Los grandes pensadores que definieron al hombre como animal racional no eran empiristas ni trataron nunca de proporcionar una noción empírica de la naturaleza humana. Con esta definición expresaban, más bien, un im­pe­ra­tivo ético fundamental. La razón es un término verdaderamente ina­de­cuado para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su riqueza y diversidad, pero todas estas formas son formas simbólicas. Por lo tanto, en lugar de definir al hombre como un animal racional, lo defini­re­mos como animal simbólico. De este modo podemos designar una dife­ren­cia específica y podemos com­pren­der el nuevo camino abierto al hombre: el camino de la civilización. [...]
El lenguaje no constituye un fenómeno simple y uniforme. Se compone de elementos diferentes que ni biológica ni sistemáticamente se hallan en el mismo nivel. Debemos intentar encontrar el orden y las correlaciones de sus elementos constitutivos; por decirlo así, tenemos que distinguir las diversas capas geológicas del lenguaje. La primera y fundamental es sin duda el lenguaje emotivo; una gran porción de toda expresión humana corresponde todavía a esta capa. Pero existe una forma de lenguaje que nos muestra un tipo bien diferente; la palabra ya no es mera interjección, no es expresión involuntaria del sentimiento, sino parte de una oración que posee una estructura sintáctica y lógica definidas. Es cierto que ni en el lenguaje altamente desarrollado, en el lenguaje teórica, se ha roto por completo la conexión con el primer elemento. Apenas sí podemos encontrar una frase, exceptuando acaso los puros enunciados formales de las matemáticas, que no lleve algún tinte sentimental o emotivo. En el mundo animal encontraremos en abundancia analogías y paralelos con el lenguaje emotivo. Por lo que respecta a los chimpancés, Wolfgang Köhler nos dice que consiguen un grado considerable de expresión por medio de gesticulaciones. La rabia, el terror, la desesperación, el disgusto, la solicitud, el deseo, las ganas de jugar y la satisfacción son expresados en esta forma. Sin embargo, falta un elemento que es característico e indispensable en todo lenguaje humano: no encontramos signos que posean una referencia objetiva o sentido.
"Se puede admitir como positivamente probado -dice Köhler- que todo su juego fonético es enteramente subjetivo y que sólo puede expresar emociones y jamás designar o describir objetos. Pero poseen tantos elementos fonéticos comunes también al lenguaje humano, que su falta de lenguaje articulado no puede ser atribuida a limitaciones secundarias (glosolabiales). Tampoco sus gesticulaciones de morro y cuerpo, lo mismo que sus manifestaciones sonoras, designan o 'describen' nunca objetos".
Aquí tocamos en el punto crucial de todo nuestro problema. La diferencia entre el lenguaje proposicional y el lenguaje emotivo representa la verdadera frontera entre el mundo y el animal. Todas las teorías y observaciones concernientes al lenguaje animal a las que se les escapa el reconocimiento de esta diferencia fundamental carecen de significación. (Ernst Cassirer, Antropología filosófica).
Ernst Cassirer

Antropología filosófica
FCE, Madrid
1983

Como complemento del texto de Cassirer, puedes leer el reciente artículo de Víctor Gómez Pin titulado "Reducción del animal humano" (diario El País, 27 de marzo de 2012).

Algunos experimentos

Tres ejemplos de medio vital o mundo circundante.

El medio vital

   a) Texto de Ortega y Gasset

 

   b) Texto sobre J. von Uexkull

Paisaje con grano de arena

(poema de Wislawa Szymborska)

 

Ensimismamiento y alteración

(José Ortega y Gasset)

Gramática creativa

(George Steiner)

¿Qué es actuar deliberadamente?

(Christine Korsgaard)

 

La Razón: la inteligencia que aspira a la universalidad

(José Antonio Marina)

La inteligencia humana es creadora

(José Antonio Marina)

Grupo, empatía y moralidad entre los simios (F. de Waal)

Mecanismo del chivo expiatorio (René Girard)