Introducción

 

Mira y disfruta de este vídeo sobre cómo vienen los niños al mundo. Es muy divertido y esclarecedor: ¿a ver quién se atreve a seguir afirmando que los niños no son lógicos cuando razonan? 

    Después lee el texto de Françoise Dolto Los dos nacimientos del hombre.

La infancia:

consideraciones psicológicas

 

Los dos nacimientos del hombre

Françoise Dolto (1908-1988)

 

Pregunta.- Cualquiera que sea la vivencia propia del individuo, incluso aunque no haya padecido stress prenatal o complicaciones neo-nata­les, todo tránsito de la vida fetal a la vida aérea constituye en sí mismo un trauma­tismo, algo así como la prueba inicial de la que uno ya no se recuperará nunca: es el duelo de la placenta, la primera de nues­tras “castraciones”, cortes dolorosos irrever­sibles.

 

Françoise Dolto.- Significa cortar una parte fundante de nuestro metabolismo, perder los envoltorios amnióticos y la placenta. Recuperarse sólo es posible después de muchas pruebas e iniciaciones. Y todas estas mudanzas se producirán únicamente según el modelo del nacimiento. Cuando se tiene mi edad y se ha conocido a muchos niños, cuando se ha sabido cómo nacieron, cómo fue el proceso de su alumbramiento, de su aparición en el mundo, se puede decir que cada vez que han efectuado un cambio en su existencia éste se ha producido de la misma manera que su nacimiento […]. Cuando ves individuos que dan un vuelco importante a su vida, que introducen cambios de vida radicales, con una especie de inconsciencia o de tranquilidad, entonces lo más probable es que hayan tenido un alumbramiento más fácil que otros, sin tropiezos, sin dolor.

    Es propio de la condición humana el no poder desplegar verdadera­mente su personalidad más que en un segundo nacimiento. El Evangelio lo dice. La gente cree que se trata de palabras místicas, cuando de hecho se trata simplemente del proceso de humanización. El primer nacimiento es un nacimiento mamífero, el paso de un estado vegetativo a un estado animal, y el segundo nacimiento es el paso del estado de dependencia animal a la libertad humana del sí y del no, un nacimiento al espíritu, a la conciencia de la vida simbólica. Esta especificidad consistente en tener un doble nacimiento -el riesgo de la muerte seguido de transfiguración- sería la mutación que habría hecho de ese mamífero superior un ser humano.

    El primer nacimiento nos separa de ese mundo de comunicación que nosotros, los adultos, desconocemos y que el feto puede haber tenido. Al cortar el cordón umbilical también se nace al lenguaje. El segundo nacimiento, sin el que no llegaríamos a ser verdaderamente nosotros mismos, es el que nos vuelve a sumergir en el pre-código con los padres para hallar de nuevo nuestra naturaleza, pero nuestra naturaleza con el elemento cultural codificador del lenguaje. Así se aclaran estas palabras del Evangelio: “Si no volvéis a ser niños pequeños…”. Al mismo tiempo que vivimos nuestra relación con el otro, lógica, refiriéndonos al sentido de las palabras, vivimos también conforme a otro registro una relación a la que no le prestamos atención, perteneciente al dominio del inconsciente, y que siempre ha existido. Sólo que, en el lenguaje corriente, no retenemos más que lo lógico, lo reconocible e identificable en los intercambios con la gente. Ahora bien, entre las gentes que se comunican hay muchas cosas ilógicas, pero ya no lo sabemos. Y hay que renacer a esa aceptación, a esa comprensión de lo ilógico, a veces mucho más dinámica que lo que es lógico y lo que en éste existe. Cuando es espontáneo, el lenguaje claro comporta, al mismo tiempo que su decir manifiesto, un decir latente, el lenguaje del inconsciente. Podría decirse que el segundo nacimiento sirve para hacer el auténtico duelo del primer nacimiento, entendido como la muerte en nosotros del mamífero humano, pero conservando lo que existía, transmisible y vivo: la comunicación sin palabras. El primer nacimiento tiene que ser sentido como una muerte para que haya resurrección, es decir, para que haya mutación a una vida distinta: el paso de la placenta orgánica a la placenta aérea. Desde el punto de vista respiratorio, tenemos como placenta la atmósfera que es la misma placenta aérea para todo el mundo; y desde el punto de vista digestivo, estamos en la tierra, a la que le tomamos por la boca los elementos nutritivos y a la que le devolvemos lo inútil por el ano y el conducto urinario. Tras haber sido expulsados del vientre materno, nuestro alimento, en lugar de ser la sangre que circula, que nos llega por el ombligo, y que devolvemos incluso a la placenta, procede ahora de la tierra: construimos nuestro cuerpo con los alimentos que tragamos por la boca. La boca es a la vez nuestro cordón umbilical –la nariz también- y, al mismo tiempo, a través de ella, gritamos y después hablamos, lo cual es totalmente distinto; expresamos lo que sentimos, lo cual era imposible en la vida fetal. Ahí reside la renovación, porque, cuando nos expresamos con el código de lenguaje que los demás entienden, todo cuanto no entra en ese código sigue no obstante existiendo también… pero permanece en el inconsciente. Nos comu­ni­camos de inconsciente a inconsciente, aunque haya un lenguaje que, codificado y con­s­ciente, nos impide decirlo todo, y a los demás entender todo lo que expresamos.

 

Pregunta.- De hecho, adaptarse a esa otra vida no es algo tan obvio, y puede durar toda la vida de un individuo. A propósito de la inmadurez del hombre se ha prestado mucha más atención, a  lo largo de la historia, a su desarrollo intelectual, ligado al tiempo de formación del sistema nervioso central, que a ese auténtico control de la comunicación, que parece ser la condición misma del desarrollo de la personalidad. La verdad es que nunca se han centrado todas las investigaciones, los estudios, en esta condición misma del ser humano, que se halla siempre haciendo el duelo de sí mismo, desde su nacimiento, y aún durante el que llamamos todo su tiempo de vida.

    Tras haber acabado con los balbuceos actuales sobre lo que ahora se llama psicología pre-natal, neo-natal, etc., deberíamos ceñir un poco más la “Ley” esencial que opera en los individuos de la especie humana, esa especie cuyos individuos, gracias a su memoria del pasado, tienen recuerdos y, gracias a su imaginación, anticipan el futuro, lo temen o lo esperan.

 

F. Dolto.- Creo que es muy importante el punto de vista que ha aportado el psicoanálisis, a saber, que seccionar el cordón umbilical es una castración en el sentido de que es un corte físico del cuerpo, con pérdida de una parte hasta ese momento esencial para la vida del individuo, y que es sentida como la alternativa fundamental: “Sal de tus envoltorios. ¡Sal! O tu placenta o la muerte. Si continúas con tu placenta, mueres. Si abandonas tu placenta, te la juegas para vivir, pero también puedes morir; depende de la fuerza con la que respires…” Salir del abrigo que forman los envoltorios unidos del organismo materno e indisociables de la placenta; abandonar la placenta, abandonar los envoltorios, es decir, abandonar la oxigenación pasiva, la nutrición pasiva y, con ello, la seguridad del cuerpo entero, es verdaderamente salir de un estado vital, el único conocido; es morir. Pero es con esa experiencia, vivida hasta el riesgo extremo, con la que, de un golpe, se abren los pulmones al sonido del primer grito, al mismo tiempo que se cierra el corazón: el niño deja de oír su propio corazón y oye algo así como el ritmo del corazón materno que jugaba con el balanceo rápido perdido del corazón fetal. Ya no oye dos ritmos que se buscaban entre sí, que se desposaban.

Pienso que toda esta vitalidad orgánica del mamífero humano se halla, en forma lingüística arcaica, en los tam-tams y la música de percusión. Los africanos y los indios danzan y cantan con el martilleo de los tambores durante horas y horas, aparentemente sin cansarse, como fuera del tiempo y del espacio, como antes in utero, con el machaqueo de los ritmos que los mantenían en una vitalidad llena de un presente continuo. Gracias al arte de los ritmos, reencuentran la vitalidad uterina mantenida, al parecer, por sí misma, sin ningún trabajo ni fatiga para hacerlo. Sólo que no están solos. A cada uno, lo lleva el grupo entero, como una madre a su feto. (Françoise Dolto, La cause des enfants).

 

Si la necesitas, aquí tienes una breve explicación de lo que acabas de leer.

Françoise Dolto

La cause des enfants,       La causa de los niños,

éd. Robert Laffont              Paidós ibérica

1985                                    1994

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