Byung-Chul Han

Poder inteligente*

 

    El poder tiene formas muy diferentes de manifestación. La más indirecta e inmediata se exterioriza como negación de la libertad. Esta capacita a los poderosos a imponer su voluntad también por medio de la violencia contra la voluntad de los sometidos al poder. El poder no se limita, no obstante, a quebrar la resistencia y a forzar a la obediencia: no tiene que adquirir necesariamente la forma de una coacción. El poder que depende de la violencia no representa el poder supremo. El solo hecho de que una voluntad surja y se oponga al poderoso da testimonio de la debilidad de su poder. El poder está precisamente allí donde no es tematizado. Cuanto mayor es el poder, más silenciosamente actúa. El poder sucede sin que remita a sí mismo de forma ruidosa.

 

    El poder, sin duda, puede exteriorizarse como violencia o represión. Pero no descansa en ella. No es necesariamente excluyente, prohibitorio o censurador. Y no se opone a la libertad. Incluso puede hacer uso de ella. Solo en su forma negativa, el poder se manifiesta como violencia negadora que quiebra la voluntad y niega la libertad. Hoy el poder adquiere cada vez más una forma permisiva. En su permisividad, incluso en su amabilidad, depone su negatividad y se ofrece como libertad.

 

    El poder disciplinario no está dominado del todo por la negatividad. Se articula de forma inhibitoria y no permisiva. A causa de su negatividad, el poder disciplinario no puede describir el régimen neoliberal, que brilla en su positividad. La técnica de poder propia del neoliberalismo adquiere una forma sutil, flexible, inteligente, y escapa a toda visibilidad. El sujeto sometido no es siquiera consciente de su sometimiento. El entramado de dominación le queda totalmente oculto. De ahí que se presuma libre.

 

    Ineficiente es el poder disciplinario que con gran esfuerzo encorseta a los hombres de forma violenta con preceptos y prohibiciones. Radicalmente más eficiente es la técnica de poder que cuida de que los hombres se sometan por sí mismos al entramado de dominación. Quiere activar, motivar, optimizar y no obstaculizar o someter. Su particular eficiencia se debe a que no actúa a través de la prohibición y la sustracción sino de complacer y colmar. En lugar de hacer a los hombres sumisos, intenta hacerlos dependientes.

 

    El poder inteligente, amable, no opera de frente contra la [16]voluntad de los sujetos sometidos, sino que dirige esa voluntad a su favor. Es más afirmativo que negador, más seductor que represor. Se esfuerza en generar emociones positivas y en explotarlas. Seduce en lugar de prohibir. No se enfrenta al sujeto, le da facilidades.

 

    El poder inteligente se ajusta a la psique en lugar de disciplinarla y someterla a coacciones y prohibiciones. No nos impone ningún silencio. Al contrario: nos exige compartir, participar, comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos y preferencias; esto es, contar nuestra vida. Este poder amable es más poderoso que el poder represivo. Escapa a toda visibilidad. La presente crisis de libertad consiste en que estamos ante una técnica de poder que no niega o somete la libertad, sino que la explota. Se elimina la decisión libre en favor de la libre elección entre distintas ofertas.

 

    El poder inteligente, de apariencia libre y amable, que estimula y seduce, es más efectivo que el poder que clasifica, amenaza y prescribe. El botón de me gusta es su signo. Uno se somete al entramado de poder consumiendo y comunicándose, incluso haciendo clic en el botón de me gusta. El neoliberalismo es el capitalismo del me gusta. Se diferencia sustancialmente del capitalismo del siglo XIX, que operaba con coacciones y prohibiciones disciplinarias.

 

    El poder inteligente lee y evalúa nuestros pensamientos conscientes e inconscientes. Apuesta por la organización y optimización propias realizadas de forma voluntaria. Así no ha de superar ninguna resistencia. Esta dominación no requiere de gran esfuerzo, de violencia, ya que simplemente sucede. Quiere dominar intentando agradar y generando dependencias. La siguiente advertencia es inherente al capitalismo del me gusta: protégeme de lo que quiero.

* El autor utiliza el término inglés Smart. (N. del T.)

 

(Byung-Chul Han, Psicopolítica.

Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder,

traducción de Alfrendo Bergés,

Herder, Barcelona, 2014)

Byung-Chul Han

¿Por qué hoy no es posible la revolución?

(El País, 3/10/2014)

Rincón de la cita

Quiero imaginar con qué nuevos rasgos podría tener lugar en el mundo el despotismo: veo una muchedumbre innúmera de hombres similares e iguales que, sin descanso, giran sobre sí mismos para procurarse pequeños placeres vulgares con los que llenan su alma (...) Sobre ellos se alza un poder inmenso y tutelar, único encargado de asegurar su disfrute y velar por su suerte. Es un poder absoluto, minucioso, regular, previsor y suave. Sería parecido al poder paterno si, como éste, lo que pretenidera fuese preparar a los hombres para la edad viril; pero, en cambio, no busca sino encallarlos en la infancia irrevocablemente; le encanta que los ciudadanos disfruten con tal de que no piensen más que en disfrutar. Con sumo gusto se ocupa de su felicidad; pero quiere ser el único en hacerlo y el único árbitro (...) Así es como cada día convierte en menos útil y más raro el ejercicio del libre albedrío, como encierra la acción de la voluntad en un espacio más pequeño y a cada cuidadano le arrebata poco a poco hasta el uso de sí mismo. La igualdad ha preparado a los hpmbres para todas estas cosas: les ha predispuesto a soportarlas y a menudo incluso a considerarlas un beneficio. (Alexis de Tocqueville)

Pantalla, necesidad de reconocimiento y exigencia de autonomía (Alain Ehrenberg)

Miedo a la insignificancia (Agustín Domingo Moratalla)