Conceptos platónicos

 

ALMA (psyché)

Principio del pensamiento –y de la vida y del movimiento, en general–. Platón asumió creencias órficas y pitagóricas, como su inmortalidad, su reencarnación y la acciden­talidad de su unión con el cuerpo, el cual constituye una prisión para ella, del que tiende a liberarse. El alma humana preexiste al cuerpo y, gracias a su afinidad con las Ideas o esencias, en esta preexistencia suya alcanza a conocerlas, de modo que su recuerdo podrá actualizarse (anamnesis) cuando, ya encarnada en un cuerpo, tenga experiencia de las cosas sensibles. En un principio Platón insistió primordialmente en el alma como razón(Fedón). Posteriormente distinguió en ella tres partes: razón, ánimo y apetito, en correspondencia con las tres partes en que se divide el Estado (República).

 

ÁMBITO INTELIGIBLE / ÁMBITO SENSIBLE (o MUNDO INTELIGIBLE / MUNDO SENSIBLE)

El ámbito inteligible o “mundo ideal” es el de la verdad, esto es, el de las Ideas o criterios según los cuales la realidad sensible se constituye. Es inmaterial y eterno, hecho de esencias que el mundo sensible imita. Es, según Platón, el verdadero mundo. No es una creación humana, sino que existe por sí mismo. A él se accede mediante la razón.

El ámbito sensible es el mundo cambiante en el que vivimos los mortales y que se nos impone de manera inmediata, el de las sensaciones y las opiniones. A pesar de la presión que ejerce sobre nosotros, que nos lleva a considerarlo real, está hecho de sombras evanescentes, de copias del verdadero mundo real, el de las Ideas o arquetipos suyos.

 

BIEN

Platón no definió nunca el Bien. Lo mismo lo considera la Idea suprema, anterior a todas en “dignidad y poder”, como la sitúa “más allá de la esencia”: por cualquiera de estas razones resulta indefinible. Al compararla con el sol nos indica que, como éste, da la vida (o el ser) a los seres sensibles y los ilumina haciendo posible su conocimiento. Es pues la causa del ser y de la inteligibilidad de las ideas, así como de nuestro conocimiento de las mismas. En el conocimiento del Bien culmina la dialéctica y la formación de los gobernantes perfectos, que habrán de plasmarlo como Justicia o Armonía en el Estado ideal.

 

CIENCIA (epistéme) / VERDADERA FILOSOFÍA

Conocimiento intelectual superior a la opinión y opuesto a ésta. Frente a la opinión, cuyo principio es que “lo que parece verdadero es verdadero, porque así lo parece” -lo cual hace imposible explicar el error, como Sócrates le recuerda a Teéteto-, la ciencia se caracteriza por el espíritu de búsqueda propio del filó-sofo (el que desea saber porque cuenta con que aún no sabe). A la presión que ejerce lo inmediato (lo sensible y la opinión), opone la exigencia de distanciarlo dando un rodeo (o navegación) por las Ideas, la sólida y verdadera realidad que sirve de criterio para juzgar las sensaciones y las opiniones, y discriminar entre ellas las verdaderas de las falsas. En este sentido, la ciencia es a) verdadera, infalible y sólida b) por estar cimentada en razones. Sus enunciados son, por ello, inmutables, igual que el objeto a que se refieren: las Ideas. Según Platón, el conocimiento intelectual reviste dos formas de razonamiento: a) el propio de las ciencias matemáticas, que recurren a imágenes sensibles y parten de “hipótesis” (principios relativos), y b) el razonamiento dialéctico, que no recurre a imágenes sensibles y consiste en relacionar todas las Ideas con su principio absoluto, el Bien. La educación de los sabios-gobernantes culmina en el estudio de la dialéctica.

 

DIALÉCTICA

Cabe distinguir dos sentidos en Platón: 1) Ciencia suprema acerca de las Ideas y sus relaciones, en especial de las relaciones de todas las Ideas con la idea de Bien. Es la única que puede ofrecernos verdadero conocimiento, y la última y principal enseñanza de la educación del filósofo-gobernante. 2) Arte dialéctica propio del que sabe argumentar, preguntar y responder con vistas al conocimiento de la verdad.

 

EDUCACIÓN (paideia)

La verdadera educación, según Platón, no es la que introduce el saber en el alma, sino la que la pone en condiciones de encaminarse hacia el conocimiento de la verdad y el bien (o, lo que es igual, hacia el conocimiento de las Ideas); no consiste pues en la habilidad erística de vencer en las disputas a cualquier precio. Para ello, hay que conseguir que el alma ponga distancias entre ella y lo inmediato, es decir, que aparte la mirada de lo sensible, donde sólo hallará simples opiniones, y la fije en las esencias inteligibles o Ideas: hay que lograr que salga de la caverna. Es un proceso largo que abarca desde la juventud hasta la madurez, con un riguroso método de disciplinas sucesivas que culmina en la Dialéctica. Al finalizar los estudios, se inicia el periodo de poner en práctica el conocimiento y el adiestra­miento adquiridos: los sabios pasarán a ocuparse del gobierno del Estado.

 

ESTADO (polis)

Comunidad política que Platón concibe según el modelo tradicional griego de la “ciudad-estado” de reducidas dimensiones: en las Leyes (771a) considera como ideal la cifra de cinco mil cuarenta ciudadanos. En la República propone su utopía de un Estado compuesto de tres grupos o castas: productores, guardianes-auxiliares y gobernantes. Estos últimos serán los sabios o filósofos, entrenados en la dialéctica para conocer y practicar el Bien. El gobierno de los sabios es el gobierno de la razón; la función del Estado es promover la justicia y, con ella, la felicidad de sus ciudadanos, pero teniendo en cuenta que la felicidad del individuo es imposible sin la felicidad o armonía de la colectividad, a la que por lo tanto está supeditada.

 

EXCELENCIA / VIRTUD (areté)

La palabra griega areté, que suele traducirse como “virtud”, significa originalmente “excelencia”. Virtud es pues la excelencia de un ser en general o de una capacidad, excelencia gracias a la cual actúa de manera perfecta y sobresaliente; puede aplicarse pues a personas, animales y a cosas; seguimos usando el término “virtud” en este sentido cuando decimos, por ejemplo, que Chopin fue un virtuoso del piano o que unas hierbas tienen virtudes medicinales. A cada agente o facultad corresponde pues una virtud específica, un modo de ser que lo hace actuar de una manera excelente. En el ámbito moral, Platón suele enumerar cinco virtudes fundamentales, la piedad y las cuatro denominadas tradicionalmente “cardinales”: justicia, prudencia, valentía y moderación. Las tres últimas corresponden: a) a las partes del alma (razón, ánimo y apetito, respectiva­mente), y también b) a las tres partes o grupos del Estado (gobernantes, guardianes-auxiliares y productores, respectivamente). La justicia nace del equilibrio o armonía entre estas tres.

 

GOBERNANTE

Para Platón, el gobernante idóneo es el que pone el Bien de la polis o “ciudad-Estado” por encima de sus intereses particulares y además sabe, mediante su acción de gobierno, llevar a sus conciudadanos a esa convicción. Para conseguir discernir cuál es ese Bien general, en su alma debe dominar la razón sobre el ánimo y el apetito y, además, formarse en el conocimiento de las Ideas que culmina en la Dialéctica, que es el conocimiento del Bien.

 

HOMBRE

La concepción que Platón tiene del hombre es dualista: en el hombre concurren dos principios, alma y cuerpo, que, aunque en él estén unidos, tienen características y finalidades diferentes e incluso contrapuestas. Por el cuerpo, el hombre está vinculado a lo inmediato: a lo sensible y a la opinión, mientras que el alma puede, mediante la razón, distanciáselo y preguntarse por el criterio de verdad, es decir, por las Ideas o esencias. En el mito de la caverna, se refleja esa tensión entre la inmediatez sensible y el distanciamiento crítico de la razón en el esfuerzo que exige salir al exterior y en las dificultades que encuentra el preso liberado que regresa para que lo crean quienes permanecieron inmersos en el ambiente de lo sensible y lo opinable.

 

IDEA (eidos / idea)

Esencia de las cosas, lo que las cosas son: la "bondad" de lo bueno, la "belleza" de lo bello, la "triangularidad" del triángulo, la "ticeidad" (¡uf!) de la tiza... Es inteligible, esto es, nuestra inteligencia puede captarla y comprenderla. Para Platón, pues, las ideas no son conceptos universales elaborados a partir de la experiencia, no nacen en la mente mediante abstracción. No son pues pensamientos nuestros: ni representaciones de nuestra inteligencia ni vivencias de nuestra alma. Nuestro entendimiento las entiende pero no las concibe: no son, por lo tanto, conceptos, sino realidades subsistentes e independientes de las opiniones humanas; constituyen la verdadera realidad, el modelo causante de las cosas o hechos particulares que éstos y las cosas imitan. Son atemporales (ajenas al tiempo), inmutables e idénticas consigo mismas.

El conjunto de las ideas constituye el orden (o mundo) de lo inteligible. A él pertenecen las esencias de los seres físicos (los hombres, los animales, etc.), las realidades matemáticas y los valores e ideas morales (justicia en sí, belleza en sí, etc.). La primera idea, fundamento último del orden inteligible, es la idea de Bien.

 

JUSTICIA

Virtud de carácter general que consiste en el orden estable y perfecto de un todo, sea éste el alma individual o el Estado; se alcanza cuando las distintas partes ejecutan su función específica de una manera adecuada y conforme a la virtud que les corresponde. Platón suele enumerar cinco virtudes morales fundamentales, la piedad y las cuatro denominadas tradicionalmente “cardinales”: justicia, prudencia, valentía y moderación. Las tres últimas corresponden: a) a las partes del alma (razón, ánimo y apetito, respectiva­mente), y también b) a las tres partes o grupos del Estado (gobernantes, guardianes-auxiliares y productores, respectivamente). La justicia nace del equilibrio o armonía entre las otras tres.

 

OPINIÓN (doxa)

Tipo de conocimiento inferior a la ciencia (epistème) y opuesto a ésta. Si la actitud científica (o filosófica) es la de indagación y búsqueda que emprende quien, como Sócrates, piensa que lo que a él le parece que es así no tiene por qué ser verdad por el hecho de que a él así se lo parezca (actitud propia del filó-sofo, de quien sabe que no sabe nada), para la opinión, en cambio, ser verdad es lo mismo que parecer verdad (ser=parecer). Con otras palabras, la opinión –-al no admitir un criterio de verdad distinto del “así me parece”-- hace imposible juzgarla (se cierra a toda posible crítica, se encastilla en sí misma, se obceca). Ésta sería la razón de ser del “relativismo” sofístico y de la tozudez de las opiniones. Según Platón, el objeto de la opinión es el mundo de lo inmediato (sensible y opinable), y su pretendida verdad se debería a la fuerza con la que lo inmediato se nos impone (se hace sentir); es ese conjunto de obviedades que, sin más y sin pensar, todos damos por buenas. En cambio, la actitud científica o filosófica exige tomar distancias respecto a lo inmediato, a pesar de la presión que ejerce sobre nosotros, y dar un rodeo por las Ideas inmutables, las cuales ofrecen los criterios para discriminar entre lo verdadero y lo falso. Platón distingue dos niveles de la opinión en el símil de la línea: la imaginación y la creencia. En el mito de la caverna, la opinión está representada por la visión de las cosas del interior de la caverna (sombras del muro y estatuas que desfilan acompañadas de voces).

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