La Razón: la inteligencia que aspira a la universalidad

José Antonio Marina (1937)

 

Cada cultura ha dado a luz su propio sistema moral. Entre ellos hay semejanzas y diferencias. Todas las sociedades regulan el matrimonio, pero unas prohíben la poligamia y otras la permiten. Unas culturas afirman la igualdad de hombres y mujeres y otras no. Unas son democráticas y otras aceptan tiranías de diverso cuño. Unas son permisivas en cuestiones sexuales y otras lapidan a los adúlteros.

Ante tal variedad de normas y costumbres cunde la desesperanza de poder unificarlas. Ni siquiera está claro que debamos intentarlo. ¿Debemos llevar todos túnicas o pantalones? La uniformidad no parece deseable. Cada cultura proporciona un punto de vista distinto sobre la realidad. Eliminarlas sería empequeñecernos. Eso es verdad, pero sin embargo hay algunos dominios en los que necesitamos estar de acuerdo. La ciencia es uno de ellos, el menos disputado. Conviene que todos los seres humanos sepan que el agua contaminada provoca infecciones o que se puede prevenir el sida o que el clítoris es una parte normal de la anatomía femenina. A pesar de las dificultades, también debemos ponernos de acuerdo en aquellas cosas que afectan profundamente al bienestar privado y a la dignidad de la convivencia. Necesitamos una moral transcultural, universal, a la que llamo ética. Mientras no se instaure, nuestro modo de vivir será incierto y peligroso, en el mundo reinara la injusticia, y la historia de la humanidad seguirá siendo el terrible libro de cuentas del matadero que siempre ha sido. […] Incluso una moral del ethos se nos queda pequeña. Necesitamos una recreación ética de la humanidad, una ética de las relaciones humanas. Es a la luz de ese proyecto general, y no a partir de nuestras creencias, nuestra religión, nuestras experiencias, como tenemos que contemplar la sexualidad, para no perder la perspectiva. […]

 

Llamo racionalidad a un peculiar uso de la inteligencia. La inteligencia humana es variada y prolífica: conoce, relaciona, inventa, canta, ordena, juega, ama, odia. Y también se empeña en buscar verdades universalmente justificables. Partiendo de ideas privadas, de ocurrencias personales, pretende alcanzar formulaciones que tengan que ser aceptadas por todas las demás inteligencias. Las convicciones privadas tienen que someterse por ello a contrastación publica, de lo contrario corremos el peligro que percibió don Antonio Machado:

En mi soledad

he visto cosas claras

que no son verdad.

 

La ciencia, por ejemplo, es un pensar manco­munado que elaboran personas individuales, que interactúan entre sí. El logos universal es siempre dia-logo, debate, corroboración intersubjetiva. En lo que se refiere a la ética, la historia de la humanidad es un gigantesco argumento, no concluido aún, pero del que podemos sacar algunas consecuencias legitimadas. A ese permanente ensayar respuestas, criticarlas, adoptarlas o rechazarlas, lo llamo racionalidad social. No es infalib1e, porque puede sufrir serios desvíos, pero es lo único que tenemos. (José Antonio Marina, El rompecabezas de la sexualidad).

 

Lee a continuación:

La inteligencia humana es creadora

(José Antonio Marina)

José Antonio Marina
El rompecabezas de la sexualidad
Ed. Anagrama, col. Compactos
2006 (2ª ed.)

¿Por qué nos asusta tanto ser libres? (Erich Fromm)

Mecanismo del chivo expiatorio (René Girard)