Paisaje con grano de arena

Wislawa Szymborska (1923)

 

     Lo llamamos grano de arena.

Pero él no se llama a sí mismo ni grano ni arena.
Prescinde de nombre
común, individual,
fugaz, duradero,
erróneo o adecuado.

 

Indiferente a nuestra mirada, al tacto.
No se siente ni visto ni tocado.
Y si cae en el alféizar de la ventana
la vivencia es nuestra, no suya.
A él tanto le da donde caer
sin la certeza de estar cayendo
o de haber caído ya.
 
Desde la ventana hay una bella vista sobre el lago,
pero esta vista no es capaz de verse a sí misma.
Incolora, informe,
inaudible, inodora
e indolora vive en este mundo.
 
El fondo del lago nunca toca el fondo,
sus orillas no tienen orillas.
Sus aguas no se mojan ni tampoco se secan.
Las olas no se sienten singulares ni plurales.
Susurran sordas a su susurro
entre piedras ni pequeñas ni grandes.
 
Y todo sucede bajo un cielo de por sí inceleste,
donde el sol se pone sin ponerse nunca
y sin ocultarse se oculta tras una nube inconsciente,
que el viento alborota por el mero impulso
de soplar.
 
Transcurre un segundo.
Otro segundo.
Un tercer segundo.
Pero son sólo nuestros tres segundos. 

 

El tiempo ha volado cual mensajero con una noticia urgente.
Pero sólo es un símil por nosotros elaborado.
Personaje inventado, atribuida la prisa,
inhumana la noticia.
(Wislawa Szymborska, Paisaje con grano de arena)

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