Los dos nacimientos del hombre
(F. Dolto)
Explicación
Con un enfoque psicoanalítico, Dolto subraya el momento del nacimiento, lo que éste significa. Al nacer, el hombre ingresa en el mundo, hace su aparición en medio de otras personas. Pero este salir a la realidad humana es posible sólo al precio de cortar con la situación anterior perdiendo los envoltorios amnióticos y la placenta. Nacer, salir, romper, dejar atrás: no es posible retornar (en este sentido, Dolto habla de ‘castración’). La alternativa es clara: ‘o sales del cobijo materno o mueres’. Esta alternativa, aunque en claves distintas, se irá repitiendo a lo largo de toda la vida del individuo. En algún sentido, su vida estará hecha de salidas que representan rupturas y que se hacen sentir como heridas que deberá aprender a cicatrizar.
Ahora bien, el nacimiento del hombre es doble, como si naciera dos veces o, mejor, como si naciera a dos dimensiones distintas (la animal y la simbólica -o cultural-), cuya conciliación plena no logrará nunca: vivirá escindido entre ambos planos, sin encontrar completamente su sitio en uno u otro. El primer nacimiento es el nacimiento mamífero, animal, mientras que el segundo es el paso del encierro al espacio abierto y el aire libre, de la dependencia a la libertad, de la animalidad al espíritu, de la inconsciencia a la conciencia de la vida simbólica, de la relación uterina inmediata a la relación mediada por el lenguaje. En el ‘primer nacimiento’, el hombre se desgaja del seno materno, deja atrás la comunicación permanente que mantenía con la madre. ‘Al cortar el cordón umbilical, se nace al lenguaje’, dice Dolto. Es muy importante lo que esto significa: el recién nacido no sólo tiene que servirse de su nariz y de su boca para respirar y alimentarse (necesidades que en el seno materno eran satisfechas antes de que se hicieran sentir), sino que a partir de ahora habrá de expresar sus necesidades y deseos diciéndolos, hablando.
Ahora bien, a hablar hay que aprender, y aprender es ingresar en la otra dimensión de la realidad, la simbólica: éste es el ‘segundo nacimiento’, el del ‘sí’ y el ‘no’, el nacimiento al lenguaje y a la libertad. Este doble nacimiento es peculiar del hombre y, según Dolto, lo caracteriza: ‘Esta especificidad consistente en tener un doble nacimiento –el riesgo de morir seguido de transfiguración- sería la mutación que habría hecho de ese mamífero superior un ser humano’. Conviene resaltar la aclaración escrita entre guiones: la mutación peculiar del segundo nacimiento del hombre equivale a una muerte, a una ruptura radical con la situación anterior de mero animal (tan radical que no hay vuelta atrás), seguida de una transfiguración. Lo que dio lugar al hombre fue la conversión del riesgo de morir como mero animal en ocasión para crecer, para nacer de nuevo y para nacer a una nueva dimensión, la cultural o simbólica. Pero esto, adoptar nuevas figuras, relacionarse con la realidad según nuevos registros (el de la infancia, el de la adolescencia, el de la edad adulta, el de la vejez), Transfigurarse en suma, requiere en cierto modo dar muerte al que antes se era. Al abandonar la placenta, el ser humano se abre a una manera nueva de vivir: ahora tiene que respirar, pedir la comida, ingerirla activamente, cuando antes el oxígeno y los alimentos le llegaban de forma pasiva, sin que él tuviera que hacer nada, únicamente dejarse llevar. En cambio, abandonar la placenta significa salir a la tierra y jugársela para vivir, corriendo un serio riesgo de perecer. Salir de la placenta significa desgajarse del envoltorio vitelino –que el feto no necesita compartir- y salir a la atmósfera aérea, en la que respira y habla, compartiendo con los demás un lenguaje, un código y un mundo comunes. Gracias al mundo simbólico, se asoma el hombre a la dimensión de universalidad que, poco a poco, irá añadiéndose a su irreductible individualidad, ésa que no se deja compartir. Tenemos aquí otra escisión más, esta vez entre la persona que soy y me siento ser en mi individualidad más mía, más intransferible, y la persona que también soy pero que comparte un lenguaje y un mundo con los demás, si bien siente que no todo se deja decir con ese código. Gracias a esta muerte como mero mamífero, tendría lugar lo que Dolto denomina una resurrección o un segundo nacimiento a una vida distinta (nacer a la ‘placenta aérea’, es decir, al mundo compartido con los demás seres humanos), esta vez con otra figura (parlante).
Acerca de la comunicación inconsciente, pre-lógica y pre-lingüística, da a entender Dolto que dicha comunicación permite mantener contacto con la fuente de la que brotaría la vida del individuo y a la que éste recurrirá a lo largo de su existencia para nutrirla. Es como si necesitara desengancharse del ajetreo mundano y las preocupaciones cotidianas dejándose llevar de nuevo por la Vida, fuera del tiempo y del espacio, igual que, siendo feto, se dejaba llevar por la madre, su fuente de vida. Tal sería el sentido de ciertas danzas acompañadas durante horas de un repetitivo martilleo de tambores (que recuerda al latido del corazón materno), en las que los danzantes, infatigables, parecen transportados por el ritmo a una región en la que el tiempo no pasara, como si vivieran en un permanente presente aliviado del sentido que lastra las palabras y así, separado el hombre de su yo, quedase descargado del peso de tener que actuar para vivir, volviéndose ligero como un pájaro, liberado del mundo, del que se despega en el salto de la danza: ‘A cada uno de los bailarines –dice Dolto- lo lleva el grupo entero, como una madre transporta a su feto’. (JMAD).
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