Conceptos de Horkheimer

 

 

 

ADMINISTRACIÓN TOTALITARIA.- Un rasgo definidor del totalitarismo es considerar al individuo una ‘cantidad despreciable’ y, en consecuencia, anularlo en la práctica. Los primeros pen­sadores de la Escuela de Fránkfort perciben un engro­sa­miento de la maquinaria de poder tan desmesurado, tanto en los regímenes totalitarios (comu­nista, fascista y nazi) como en el capitalismo monopolista, que lleva a Adorno a escribir que ‘la idea de que el individuo está siendo liquidado resulta aún demasiado optimista’ (Minima moralia). Así denuncian que, en las sociedades liberales, la autonomía del individuo ha perdido terreno en beneficio del sistema. Todo está administrado; incluso los propios deseos y pensamientos de las personas son controlados, de forma que es el modo de producción capitalista el que crea sus necesidades: para que el sistema funcione, los individuos deben consumir, y para ello hay que fomentar su consumo generando en ellos nuevos deseos, que se les imponen como auténticas necesidades. Lo más grave es que las personas no perciben esta manipulación, ya que, al ceder a ella, creen actuar libremente.

 

HOMBRE.- El hombre es un ser que vive entre la naturaleza y la historia, es decir, entre el azar y el sentido, entre la necesidad y el anhelo de justicia y libertad. Esta tensión no parece resoluble, pues, como ya advirtió Freud, no es posible una civilización sin represión, esto es, una vida en sociedad en la que todos los individuos gocen de una libertad absoluta. Horkheimer va más allá incluso cuando denuncia el peligro de ese ‘optimismo insulso’ en el que se hunde el ser humano cuando deja apagarse en él el anhelo de justicia, esto es, la añoranza de que la víctima inocente sea redimida. Nunca como ahora el hombre ha dispuesto de tantas riquezas para acabar con la miseria, pero lamentablemente –como dice en 1970- parece decidido a encaminarse hacia la catástrofe: ‘La falta de sentido del destino individual se ha constituido en la característica más aguda de la existencia. Todos se hallan abandonados al ciego azar. De aquí este anhelo de justicia plena’.

 

JUSTICIA.- Justicia es que la buena vida de unos no se monte sobre la vida miserable de otros y que el castigo caiga sobre el malvado y las bienaventuranzas sobre los buenos. Sólo que el mundo desmiente continuamente este ideal. ¿Hay, por tanto, que renunciar a él? No; hacerlo equivaldría a contentarse con ese ‘optimismo insulso’ que Horkheimer denunciaba en 1970 en una entrevista. En ésta señalaba –muy anti-nietzscheanamente, por cierto- que hay que mantener viva ‘la conciencia de que el mundo no es la verdad absoluta ni lo último’, es decir, la esperanza de que ‘lo injusto no puede ser la última palabra’ de esta vida. En esta labor, un aliado de la teoría crítica es la teología, entendida no como conocimiento de Dios ni como dogma, sino como expresión del ‘anhelo... de que el asesino no pueda triunfar sobre la víctima inocente’. A los hombres lo más que les queda es la añoranza de una justicia plena, pero no su realización: incluso si se llegara a una sociedad justa, ‘la miseria pasada ya no podría evitarse’ (entrevista en Der Spiegel, enero, 1970).

 

LIBERTAD.- La aspiración del hombre de verse emancipado de coerciones y necesidades para ser dueño de su propia vida define su anhelo de libertad. Obviamente, esta aspiración es incompatible con una sociedad basada en la explotación de unas clases sociales sobre otras y con regímenes totalitarios, donde el individuo y su conciencia han quedado anulados por un Poder omnipresente. También nuestras sociedades occidentales estarían cayendo bajo el control de una administración totalizadora, de cuyo control nada escaparía. En este sentido, la cosificación (otro nombre para la alienación, contraria a la libertad) sería un serio peligro para los hombres en la actualidad.

 

NATURALEZA.- La naturaleza es el cuerpo externo del espíritu, el ámbito donde el hombre despliega su poder creativo y construye su morada. La relación del hombre con ella ha estado marcada, en el Occidente, por el afán de dominio, hasta llegar a ver en ella, en la edad moderna, sólo un almacén de materias primas. Pero la naturaleza no es sólo fuente de recursos, sino morada humana, de nuestra generación y de generaciones futuras y pasadas. Borrar de ella esta dimensión histórica amenaza al hombre con una nueva catástrofe y una nueva barbarie.

 

PROGRESO.- Aunque la ‘muerte de Dios’ afecta también al Progreso (y a otras mayúsculas aspirantes a sentarse en su trono) y a pesar de que acontecimientos del s. XX como las dos guerras mundiales, los totalitarismos y los campos de la muerte, hayan puesto en entredicho la creencia en el progreso de la humanidad, Horkheimer apuesta, al final de un texto marcadamente pesimista, por conservar lo positivo ‘sin poner obstáculos al progreso’. En este contexto no cabe entender que el autor esté afirmando que la humanidad avanza; más bien, está enunciando un postulado o, mejor dicho, formulando una tarea o una obligación: la de hacer más justa una sociedad injusta, y ello sin reducir la libertad. ¿Es esto posible? Aunque no haya respuesta, el imperativo sigue vivo.

 

REVOLUCIÓN.- La revolución a la que Horkheimer se refiere es la revolución comunista, consecuencia –según el marxismo- del progresivo empobrecimiento del proletariado debido a la misma lógica del capitalismo. No sólo esta predicción fue desmentida por la mejora efectiva de las condiciones materiales del proletariado en los países capitalistas, sino que, en aquellos lugares en los que la revolución se llevó a cabo en nombre del proletariado (como en la URSS), su emancipación se alejó aún más en el horizonte. De ahí que la teoría crítica más moderna ya no defienda la revolución: acabaría creando una situación de terror para los hombres.

 

SOCIEDAD JUSTA / CORRECTA.- Se entiende por tal aquella sociedad en la que el hombre ha conseguido dar respuesta a sus necesidades, de manera que hayan quedado resueltas las tensiones entre individuo y sociedad, así como entre hombre y naturaleza. Mientras que Freud había considerado insuperable el malestar en la cultura, pues no es pensable, según él, una civilización no represiva, autores como Marcuse cree que se dan las condiciones para que el principio del placer y la justicia social vean cumplidos juntos sus derechos. No así Horkheimer y Adorno, quienes, en la propia Ilustración, denuncian el imperio de la misma lógica de dominio y control de la que quiere la Ilustración emanciparse; en palabras del propio Horkheimer, justicia y libertad no puedan crecer juntas. ¿Hay que renunciar a ellas, por tanto? No; hacerlo equivaldría a adocenarse, a contentarse con ese ‘optimismo insulso’ que denunciaba en una entrevista en 1970. En ésta señalaba que, para no caer en él, hay que mantener viva ‘la conciencia de que el mundo no es la verdad absoluta ni lo último’, es decir, la esperanza de que ‘lo injusto no puede ser la última palabra’ de esta vida. En esta labor, un aliado de la teoría crítica es la teología, entendida, no como conocimiento de Dios ni como dogma, sino como expresión del ‘anhelo, de la nostalgia de que el asesino no pueda triunfar sobre la víctima inocente’ (entrevista en Der Spiegel, enero, 1970).

 

TEORÍA CRÍTICA.- Surge en los años 30 del s. XX. Es un pensamiento dialéctico que, inspirado en Kant, Hegel, Schopenhauer, Marx y Freud, responde a la crisis del individuo y de los valores culturales nacidos del liberalismo. Max Horkheimer, Theodor W. Adorno y Herbert Marcase son los primeros miembros más destacados del Instituto de Investigaciones Socioló­gicas que la fueron definiendo. De inspiración marxista, no se considera, como la teoría tradicional, por encima de las contradicciones inherentes al Capitalismo en una ficticia neutralidad ajena a las promesas de redención del individuo. 1) En un primer periodo, la teoría crítica entiende, por el contrario, que su labor teórica es inseparable de la lucha a favor de la liberación de la clase oprimida, a fin de colaborar al advenimiento de una sociedad socialista en la que se hagan reales las promesas de libertad, igualdad y fraternidad que el liberalismo había hecho a la humanidad. 2) Sin embargo, a estos pensadores les fue abandonando poco a poco la esperanza revolucionaria al percibir que la justicia y la libertad eran ideales que, en la práctica, se excluyen: una mayor justicia exige reducir la libertad, y viceversa. Tanto el fracaso de la revo­lu­ción proletaria en la URSS (donde mostró sus rasgos claramente totalitarios) y en las dictaduras fascistas (que la aniquilaron), como el ‘milagro económico’ que, durante su exilio, pudieron observar en los USA les fueron llevando hacia esa actitud crecientemente desengañada. En contra de lo predicho por Marx, la clase trabajadora había conocido con el capitalismo una clara mejoría en sus condiciones de vida, lo que supuso la consolidación de la sociedad capitalista alta­mente organizada y adminis­trada: el proletariado ya no aspira al cambio radical de la sociedad, sino a acceder a más bienes materiales. Así, ante la constatación de que el sujeto revolu­cio­­nario había des­aparecido convertido en minúsculo engranaje de la gran maquinaria produc­tiva que sólo res­ponde a la lógica de la dominación, propia de una razón meramente instrumental, renuncian a proponer metas revolucionarias para centrarse en la denuncia de cuantos obstáculos impiden una auténtica autonomía de la persona individual (lo que Adorno denomina dialéctica negativa).

 

TEORÍA TRADICIONAL.- Se engloba con este nombre a toda teoría que se caracterice por: 1) la pura contemplación (ajena, pues, a todo tipo de acción política), que 2) pretende limitarse a describir e interpretar el mundo, a partir de principios generales, 3) de manera desinteresada y, por tanto, objetiva, 4) como si fuera autónoma e independiente del marco social e histórico en el que surge (presuponiendo, en contra de lo ya denunciado por Marx, que existe una identidad inmediata entre el sujeto y el objeto del conocimiento y que, por tanto, la realidad es racional en sí misma). Estos rasgos los compartiría enteramente el Positivismo, razón por la cual los pensadores de la Escuela de Francfort lo convierten en blanco de sus críticas.

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Texto de

Max Horkheimer

La teoria critica ayer y hoy

Presentacion de la

Escuela de Frankfort