La fidelidad creadora
Gabriel Marcel (1889-1973)
Estoy al lado de un enfermo que he venido a ver por pura cortesía, pero me doy cuenta de que mi visita le ha proporcionado un placer que no me esperaba. Por otra parte, le hago más llevadera su soledad y sufrimiento; cediendo a un impulso irresistible, me comprometo a verle con regularidad. Es evidente que en el momento en que le hago esta promesa no me he detenido a pensar sobre el hecho cierto de que esta disposición que muestro ahora es susceptible de cambiar. Admitamos incluso que por un instante este pensamiento me cruza por la mente; lo aparto, tengo el sentimiento de que debo apartarlo y que hubiera sido una verdadera cobardía tomarlo en cuenta.
A partir del momento en que asumo este compromiso, la situación varía. Alguien ha tomado mi promesa y cuenta conmigo. Y lo sé... Surge un impedimento [...]. Supongamos que soy invitado a un espectáculo que me interesa y que coincide con la hora en que el enfermo espera mi visita. He prometido, debo cumplir mi promesa; a esto me ayuda pensar en la decepción que experimentará el enfermo si falto a mi palabra, pero también la idea de que no puedo explicarle la verdadera razón ya que eso le causaría dolor. De este modo, acudo a verle a disgusto; al mismo tiempo pienso que si supiese el mal humor con que mantengo mi compromiso, con toda seguridad mi visita no le causaría ningún placer, incluso para él sería penosa. Es necesario que finja una comedia. [...] Lo que para uno es fidelidad, para el otro es mentira, implicándose ambas a tal extremo que resulta imposible disociarlas. Es cierto que aquí hay algo que no depende de mí: no me pertenece el no preferir el espectáculo en cuestión a la visita convertida en carga. Reflexiono sobre esta situación a la que me he expuesto yo mismo asumiendo un compromiso desconsiderado, y esto me obliga a:
-reconocer que he cometido un error comprometiéndome en algo que no estaba seguro de poder cumplir;
-preguntarme, una vez cometido este error inicial, si no debería haber mostrado al menos el coraje de rechazar simular sentimientos que ya no sentía y haberme mostrado tal como era. [...]
Veremos de inmediato las consecuencias que en todos los órdenes provocaría semejante actitud; a todas luces haría imposible la vida social, porque nadie podría contar con nadie [...]. Pero es mucho más interesante para nosotros explicitar los postulados que esta actitud implica.
1º El más fundamental puede enunciarse así: en un determinado momento me identifico con mi disposición interna, pero sólo la puedo verificar en ese momento preciso. Todo lo que sobrepase esa disposición es oscuro e impenetrable y, en cualquier caso, no puede ser objeto de afirmación válida. [...]
2º Puede obtenerse otro postulado de la actitud fenomenista o instantaneísta que hemos examinado. Consiste en admitir que mi estado futuro es algo que llegará en forma de acontecimiento exterior, por ejemplo, las condiciones del tiempo. Me encuentro bien en estos momentos, pero no puedo saber cómo me sentiré mañana a esta misma hora [...]; se me cuestiona de esta forma toda facultad de actuar sobre mí mismo, de crearme [...].
En realidad, cuando asumo un compromiso, planteo en principio que este compromiso no será cuestionado; está claro que esta voluntad activa de no cuestionamiento interviene como factor esencial en la determinación de lo que será. De entrada, esta voluntad bloquea una serie de posibilidades y me coloca en disposición de inventarme un cierto “modo de vida” que en otras circunstancias no tendría que imaginar. Aquí aparece en su forma elemental lo que yo llamo fidelidad creadora. Toda mi conducta estará matizada por ese acto por el cual he decidido que el compromiso asumido no será cuestionado. De esta forma, la posible barrera o rechazo se verá relegada al rango de tentación [...]
En resumen, ¿cómo puedo realizar la prueba de la seguridad inicial, que es algo así como mi base de fidelidad? Creo que estamos aquí ante un círculo vicioso. Teóricamente, para comprometerme debo en principio conocerme, pero, de hecho, no me reconoceré si en principio no me comprometo. (Gabriel Marcel, Filosofía concreta).
Lee a continuación el siguiente texto del filósofo alemán Friedrich Nietzsche sobre lo que implica para un animal como el hombre eso de hacer promesas.