Hacia la conciencia pueril

Giovanni Sartori (1924)

 

Del homo sapiens al homo videns

Una revolución antropológica

 

La televisión modifica radicalmente y empobrece el aparato cognoscitivo del homo sapiens. […] ¿Es verdadero o falso que el hombre vídeo-formado se ha convertido en alguien incapaz de comprender abstracciones, de entender conceptos?

Es lógico que se me acuse de ser apoca­líp­ti­co, pero ésta es una crítica que no me impre­siona. Si las cosas van mal, digo sin demasiado ‘salomonismo’ que van mal; tal vez exagero un poco, pero es porque la mía quiere ser una profecía que se autodestruya, lo suficientemente pesimista como para asustar e inducer a la cautela. […]

 

La primacía de la imagen

 

 Nos encontramos en plena y rapidísima revolución multimedia. Un proceso que, aunque tiene numerosas ramificaciones (Internet, ordenadores personales, ciberespacio), se caracteriza por un común denominador: tele-ver, y, como consecuencia, nuestro vídeo-vivir. […] En este libro centraremos nuestra atención en la televisión, y la tesis de fondo es que el vídeo está transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns, para el cual la palabra está destronada por la imagen. Todo acaba siendo visualizado. Pero, ¿qué sucede con lo no visualizable (que es la mayor parte)? Así, miestras nos preocupamos de quién controla los medios de comunicación, no nos percatamos de que es el instrumento en sí mismo y por sí mismo lo que se nos ha escapade de las manos.

Lamentamos el hecho de que la television estimule la violencia, y también de que informe poco y mal, o bien de que sea culturalmente regresiva (como ha escrito Habermas): Pero es aún más cierto y aún más importante entender que el acto de telever está cambiando la naturaleza del hombre. Esto es […] lo esencial, que hast ahoy día ha pasado inadvertido a nuestra atención. Y, sin embargo, es bastante evidente que el mundo en el que vivimos se apoya sobre los frágiles hombros del ‘vídeo-nilo’: un novísimo ejemplar de ser humano educado en el tele-ver –delante de un televisor- incluso antes de saber leer y escribir. […]

La primacía de la imagen, es decir, de la preponderancia de lo visible sobre lo intelligible, lo cual nos lleva a un ver sin entender. Y ésta es la premise funda­mental con la cual examino sucesi­vamente la video-política, y el poder politico de la television. […] El más cáustico en esta cuestión es Baudrillard: ‘La información, en lugar de transformer la masa en energía, produce todavía más masa’. Es cierto que la television, a diferencia de los instrumentos de comunicación que la han precedido (hasta la radio), destruye más saber y más enten­dimiento del que transmite.

Quede pues claro: ataco al homo videns, pero no me hago ilusiones. No pretendo frenar la era multimedia. Sé perfectamente que en un periodo de tiempo no demasiado largo una mayoría dela población de los países opulentos tendrá en casa, además de la television, un mini-ordenador conectado a Internet. Este desarrollo es inevitable y, en ultimo extreme, útil; pero es útil siempre que no desemboque en la vida inútil, en un modo de vivir que consista solo en matar el tiempo. Así, pues, no pretendo detener lo inevitable. Sin embargo, espero poder asustar lo suficiente a los padres sobre lo que podría sucederle a su video-niño, para que así lleguen a ser padres más responsables. Espero que la escuela abandone la mala pedagogía y la degradación en la que ha caído. Y, por tanto, tengo fe en una escuela apta para oponerse a ese postpensamiento que ella misma está ayudando a crear. Tengo la esperanza de que los periódicos sean mejores y, a la postre, que la television también lo sea. Y además, aunque l

a mía fuera una batalla perdida de antemano, no me importa. Como decía Guillermo d’Orange, ‘point n’est besoin d’éspérer pour entreprendre, ni de réussirpour persévérer’ (‘no es necesario esperar para emprender, ni lograr para perseverar’).

Homo sapiens

 

[…] Lo que hace único al homo sapiens es su capacidad simbólica; lo que indujo a Ernst Cassirer a definir al hombre como un ‘animal simbólico’ [ver texto de Cassirer en el capítulo Medio animal y mundo humano] […]

Así pues, la expresión animal symbolicum comprende todas las formas de la vida cultural del hombre. Y la capacidad simbólica de los seres humanos se despliega en el lenguaje, en la capacidad de comunicar mediante una articulación de sonidos y signos ‘significantes’, provistos de significado. Actualmente, hablamos de lenguajes en plural, por tanto, de lenguajes cuyo significante no es la palabra: por ejemplo, el lenguaje del cine, de las artes figurativas, de las emociones, etcétera. Pero éstas son acepciones metafóricas, pues el lenguaje esencial que de verdad caracteriza e instituye al hombre como animal simbólico es ‘lenguaje-palabra’, el lenguaje de nuestra habla.

[…] A esto se podría replicar que los animales también comunican con un lenguaje propio. Sí, pero no del todo. El llamado lenguaje animal transmite señales. Y la diferencia fundamental es que el hombre posee un lenguaj

e capaz de hablar de sí mismo. El hombre reflexiona sobre lo que dice. Y no sólo el comunicar, sino también el pensar y el conocer que caracterizan al hombre como animal simbólico se construyen en el lenguaje y con el lenguaje. El lenguaje no es sólo un instrumento del comunicar, sino también del pensar. Y el pensar no necesita del ver. Un ciego está obstaculizado, en su pensar, por el hecho de que no puede leer y, por tanto, tiene un menor soporte del saber escrito, pero no por el hecho de que no vea las cosas en las que piensa. A decir verdad, las cosas en las que pensamos no las ve ni siquiera el que puede ver: no son ‘visibles’.

Las civilizaciones se desarrollan con la escritura, y es el tránsito de la comunicación oral a la palabra escrita lo que desarrolla una civilización […]. La ruptura se produce a mediados de nuestro siglo XX, con la llegada del televisor y de la televisión. La televisión –como su propio nombre indica- es ‘ver desde lejos’ (tele), es decir, llevar ante los ojos de un público de espectadores cosas que puedan ver en cualquier sitio, desde cualquier lugar y distancia. Y en la televisión el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar, en el sentido de que la voz del medio, o de un hablante, es secundaria, está en función de la imagen, comenta la imagen. Y, como consecuencia, el telespectador es más un animal vidente que un animal simbólico. […]

 

El vídeo-niño

Así pues el cambioo de agujas se ha producido por el hecho de informarse viendo. Este cambio empieza con la televisión. Por tanto, comienzo también yo por tele-ver. Sean cuales sean losa desarrollos virtuales del vídeo-ver posteriores a la televisión, es la televisión la que modifica primero, y fundamentalmente, la naturaleza misma de la comunicación, pues la traslada del contexto de la palabra (impresa o radiotransmitida) al contexto de la imagen. La diferencia es radical. La palabra es un ‘símbolo’ que se resuelve en lo que significa, en lo que nos hace entender. Y entendemos la palabra sólo si podemos, es decir, si conocemos la lengua  a la que pertenece […] Por el contrario, la imagen es pura y simple representación visual. La imagen se ve y eso es suficiente; y para verla basta con poseer el sentido de la vista, basta con no ser ciegos. La imagen no se ve en chino, árabe o inglés; como ya he dicho, se ve y es suficiente.  […]

Con la televisión nos aventuramos en una novedad radicalmente nueva. La televisión no es un anexo; es sobre todo una sustitución que modifica sustancialmente la relación entre entender y ver. Hasta hoy día, el mundo, los aconteci­mien­tos del mundo, se nos relataban (por escrito); ac­tual­mente se nos muestran, y el relato (su ex­pli­cación) está prácticamente sólo en función de las imágenes que aparecen en la pantalla.

Si esto es verdad, podemos deducir que la televisión está produciendo una permu­ta­ción, una metamorfosis, que revierte en la naturaleza misma del homo sapiens. La televisión no es sólo un instrumento de comunicación; es también a la vez paideía,  un instrumento ‘antropogenético’, un médium que genera un nuevo án­thro­pos, un nuevo tipo de ser humano.

[…] Nuestros hijos ven la televisión durante horas y horas, antes de aprender a leer y escribir. […] Por encima de todo, la verdad es que la televisión es la primera escuela del niño (la escuela divertida que precede a la escuela aburrida); y el niño es un animal simbólico que recibe su imprint, su impronta educacional, en imágenes de un mundo centrado en el hecho de ver. […] El problema es que el niño es una esponja que re­gis­tra y absorbe indiscriminadamente todo lo que ve (ya que no posee aún capacidad de dis­criminación). […]

Y con la imagen que destrona a la palabra se asedia a una cultura juvenil descrita perfectamente por Alberoni: ‘Los jóvenes caminan en ek mundo adulto de la escuela, del Estado […] de la profesión como clandestinos. En la escuela escuchan perezo­sa­mente lecciones […] que enseguida olvidan. No leen periódicos […]. Se parapetan en su habitación con carteles de sus héroes, ven sus propios espectáculos, caminan por la calle inmersos en su música. Despiertan sólo cuando se encuentran en la discoteca por la noche, que es el momento en el que, por fin, saborean la ebriedad de apiñarse unos con otros, la fortuna de existir como un único cuerpo colectivo danzante’.

No se podría describir mejor al vídeo-niño, es decir, el niño que ha crecido ante un televisor. ¿Este niño se convierte algún día en adulto? Naturalmente que sí, a la fuerza. Pero se trata siempre de un adulto sordo de por vida a los estímulos de la lectura y del saber transmitidos por la cultura escrita. Los estímulos antes los cuales responde cuando es adulto son casi exclusivamente audiovisuales. […]

El mensaje con el cual la nueva cultura se recomienza y se autoelogia es que la cultura del libro es de unos pocos –es elitista-, mientras que la cultura audio-visual es de la mayoría. Pero el número de beneficiarios –sean minoría o mayoría- no altera la naturaleza ni el valor de un cultura. Y si el coste de una cultura de todos es el desclasamiento en una subcultura que es además --cualitativamente-- ‘incultura’ (ignorancia cultural), entonces la operación representa solamente una pérdida. ¿Es tal vez mejor que todos seamos incultos a que aya unos pocos cultos? ¿Queremos una cultura en la que nadie sepa nada? En definitiva, si el maestro sabe más que el alumno, tenemos que matar al maestro; y el que no razona de este modo es un elitista. Ésta es la ógica de quien carece de lógica.


El empobrecimiento de la capacidad de entender

Queremos que nuestros niños aprendan a leer y a escribir

sin que se les coarte el analfabetismo que profesan ya desde pequeñitos

 

[…] En síntesis, todo el saber del homo sapiens se desarrolla en la esfera de un mundus intelligibilis (de conceptos y de concepciones men­tales) que no es en modo alguno el mundus sensibilis, el mundo perci­bido por nuestros sentidos. Y la cuestión es ésta: la televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en el ictu oculi, en un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender.

Para el sensismo […] las ideas son calcos derivados de las experiencias sensibles. Pero es al revés. […] Lo que nosotros vemos o percibimos concretamente no produce ‘ideas’, sino que se injerta en ideas (o conceptos) que lo encuadran y lo ‘significan’. Y éste es el proceso que se atrofia cuando el homo sapiens es suplantado por el homo videns. En este último, el lenguaje conceptual (abstracto) es sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto), que es infinitamente más pobre: más pobre no sólo en cuanto al número de palabras, sino sobre todo en cuanto a riqueza de significado, es decir, de capacidad connotativa.

 

Internet y 'cibernavegación'

 

[…] El problema es si Internet producirá o no un crecimiento cultural. En teoría debería ser así, pues el que busca conocimiento en Internet lo encuentra. La cuestión es qué número de personas utilizarán Internet como instrumento de conocimiento. El obstáculo, durante este largo camino, es que el niño de 3 ó 4 años se inicia con la televisión. Por tanto, cuando llega a Internet su interés cognoscitivo no está sensibilizado para la abstracción. Y ya que sin capacidad de abstracción no se alcanza el mundus intelligibilis, es muy rpobable que el saner almacenado en la red permanezca inutilizado durante un largo tiempo. Decía que, en teoría, Internet debería estimular el crecimiento cultural. Pero en la práctica puede suceder lo contrario, desde el momento en que el homo videns ya está formado cuando se enfrenta a la red. Sin duda, Internet nos puede ayudar a salir del aislamiento del mundus sensibilis, pero ¿cuántos lograrán esto? […]

 

Sea como fuere, para los comunes mortales la navegación cibernética es sólo una especie de vídeo-juego. Y, si toman esta navegación demasiado en serio, los cibernautas ‘comunes’ corren el riesgo de perder el sentido de la realidad, es decir, los límites entre lo verdadero y lo falso, entre lo existente y lo imaginario. […] El negropontismo [1] puede llegar a generar, en un extremo, un sentimiento de potencia alienado y frustrado, y en el extremo opuesto un público de eternos niños soñadores que transcurren toda la vida en mundos imaginarios.

 

La opinión teledirigida y la vídeo-política


Actualmente, el pueblo soberano “opina” sobre todo en función de cómo la televisión le induce a opinar. Y en el hecho de conducir la opinión, el poder de la imagen se coloca en el centro de todos los procesos de la política contemporánea.

 

La formación de la opinión


[…] Cuando la opinión pública se plasmaba fundamentalmente en los periódicos, el equilibrio entre opinión autónoma y opiniones heterónomas (heterodirigidas) estaba garantizado por la existencia de una prensa libre y múltiple, que representaba a muchas voces. La aparición de la radio no alteró sustancialmente este equilibrio. El problema surgió con la televisión, en la medida en que el acto de ver suplantó al acto de discurrir. […] La fuerza arrolladora de la imagen rompe el sistema de reequilibros y retroacciones múltiples que habían instituido progresivamente, durante casi dos siglos, los estados de opinión difusos, y que, desde el siglo XVIII en adelante, fueron denominados ‘opinión pública’. La televisión es explosiva porque destrona a los llamados líderes intermedios de opinión, y porque se lleva por delante la multiplicidad de ‘autoridades cognitivas’ que establecen de forma diferente, para cada uno de nosotros, en quién debemos creer, quién es digno de crédito y quién no lo es. Con la televisión, la autoridad es la visión en sí misma, es la autoridad de la imagen. No importa que la imagen pueda engañar aún más que las palabras […]. Lo esencial es que el ojo cree en lo que ve; y, por tanto, la autoridad cognitiva en la que más se cree es lo que se ve.

Y es falso que la televisión se limite a reflejar los cambios que se están produciendo en la sociedad y en su cultura. En realidad, la televisión refleja los cambios que ella misma promueve e inspira a largo plazo.


Menos formación

 

Se puede estar informado de acontecimientos, pero también del saber. Aun así debemos puntualizar que información no es conocimiento, no es saber en el significado heurístico del término. Por sí misma, la información no lleva a comprender las cosas: se puede estar informadísimo de muchas cuestiones, y a pesar de ello no comprenderlas. Es correcto, pues, decir que la información da solamente nociones. Lo cual no es negativo. También el llamado saber nocional contribuye a la formación del homo sapiens. Pero si el saber nocional no es de despreciar, tampoco debemos sobrevalorarlo. Acumular nociones, repito, no significa entenderlas.

Los noticiarios de nuestra televisión actual emplean 20 minutos de su media hora de duración en saturarnos de trivialidades y de noticias que sólo existen porque se deciden y se inventan.

La obligación de ‘mostrar’ genera el deseo o la exigencia de ‘mostrarse’. Esto produce el pseudo-acontecimiento, el hecho que acontece sólo porque hay una cámara que lo está rodando, y que, de otro modo, no tendría lugar.

En suma, lo visible nos aprisiona en lo visible. Para el hombre que puede ver (y ya está), lo que no ve no existe. La amputación es inmensa, y empeora a causa del porqué y del cómo la televisión elige ese detalle visible, entre otros cien o mil acontecimientos igualmente dignos de conmiseración.

A fuerza de subinformar, y a la vez de destacar y exagerar las noticias locales, terminamos por ‘perder de vista’ el mundo y casi ya no interesarnos por él. […]

 

Más desinformación

 

Telesio Malaspina lo resume claramente: ‘A la televisión le encanta dar la palabra a la gente de la calle, o similares. El resultado es que se presenta como verdadero lo que con frecuencia no es verdad [...]. Las opiniones más facciosas y necias [...] adquieren la densidad de una corriente de pensamiento [...]. Poco a poco la televisión crea la convicción de que cualquiera que tenga algo que decir, o algo por lo que quejarse, tiene derecho a ser escuchado. Inmediatamente. Y con vistosos signos de aprobación [por parte de los entrevistadores] [...]. El uso y el abuso de la gente en directo hacen creer que ahora ya puede tomarse cualquier decisión en un momento por aclamación popular’. El resultado de ello es una formidable selección a la inversa. Destacan los charlatanes, los pensadores mediocres, los que buscan la novedad a toda costa, y quedan en la sombra las personas serias, las que de verdad piensan.

 

También la imagen miente

 

No hay duda de que los noticiarios de la televisión ofrecen al espectador la sensación de que lo que ve es verdad, que los hechos vistos por él suceden tal y como él los ve. Y, sin embargo, no es así. La televisión puede mentir y falsear la verdad, exactamente igual que cualquier otro instrumento de comunicación. La diferencia es que la ‘fuerza de la veracidad’ inherente a la imagen hace la mentira más eficaz y, por tanto, más peligrosa.

Una fotografía miente si es el resultado de un fotomontaje. Y la televisión de los acontecimientos, cuando llega al espectador, es toda ella un fotomontaje.

La verdad es que para falsear un acontecimiento narrado por medio de imágenes son suficientes unas tijeras. Yo lo interpretaría así: el vídeo-dependiente tiene menos sentido crítico que quien es aún un animal simbólico adiestrado en la utilización de los símbolos abstractos. Al perder la capacidad de abstracción perdemos también la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso.


¿Y la democracia? La política vídeo-plasmada

 

 La televisión favorece —voluntaria o involuntariamente— la emotivización de la política, es decir, una política dirigida y reducida a episodios emocionales.


El demos debilitado

 

El mundo en imágenes que nos ofrece el vídeo-ver desactiva nuestra capacidad de abstracción y, con ella, nuestra capacidad de comprender los problemas y afrontarlos racionalmente. De modo que la visión de conjunto es ésta: mientras la realidad se complica y las complejidades aumentan vertiginosamente, las mentes se simplifican y nosotros estamos cuidando —como ya he dicho— a un vídeo-niño que no crece, un adulto que se configura para toda la vida como un niño recurrente.

La televisión crea una ‘multitud solitaria’ incluso entre las paredes domésticas. Lo que nos espera es una soledad electrónica: el televisor que reduce al mínimo las interacciones domésticas, y luego Internet que las transfiere y transforma en interacciones entre personas lejanas, por medio de la máquina.


Regnum hominis  y hombres bestializados

 

En la edad digital nuestro quehacer se reduce a pulsar botones de un teclado. Así vivimos encerrados sin ningún contacto auténtico con la realidad, con el mundo real. La ‘hiper-mediatización’ nos priva de experiencias nuestras, experiencias de primera mano y nos deja a merced de experiencias de segunda mano. Lo cual tiene graves consecuencias. Pues cada uno de nosotros sólo comprende de verdad las cosas sobre las que tiene una experiencia directa, una experiencia personal. No hay libro, ni discurso, ni representación que pueda hacer las veces de nuestro propio error. Para aprender a nadar hay que tirarse al agua. […] La tecnología, a medida que avanza, está produciendo un hombre incluso más crédulo e ‘inocentón’ que el hombre medieval.

Entonces, no es paradójico que el país que dispone de una mayor ciencia tecnológica, Estados Unidos, sea también el país de mayor credulidad y que más abraza cultos de poca monta.

 

Racionalidad y postpensamiento

 

[…] La tesis de fondo del libro es que un hombre que pierde la capacidad de abstracción es eo ipso incapaz de racionalidad y es, por tanto, un animal simbólico que ya no tiene capacidad para sostener y menos aún para alimentar el mundo construido por el homo sapiens.

La televisión premia promueve la extravagancia, el absurdo y la insensatez. De este modo refuerza y multiplica al homo insipiens. La ignorancia casi se ha convertido en una virtud, como si se restableciera a un ser primigenio incontaminado e incorrupto; y con el mismo criterio, la incongruencia y el apocamiento mental se interpretan como una ‘sensibilidad superior’, […], que nos libera […] de la aridez de la racionalidad.

Pero aunque no desespero, tampoco quiero ocultar que regresar desde la incapacidad de pensar (el postpensamiento) hasta el pensamiento es todo cuesta arriba. Y este regreso no tendrá lugar si no sabemos defender a ultranza la lectura, el libro y, en una palabra, la cultura escrita.

Y debemos reaccionar con la escuela y en la escuela. La costumbre consiste en llenar las aulas de televisores y ordenadores. Y deberíamos, en cambio, vetarlos (permitiéndoles solamente el adiestramiento técnico, como se haría con un curso de dactilografía). En la escuela, los pobres niños se tienen que ‘divertir’. Pero de este modo no se les enseña ni siquiera a escribir, y la lectura se va quedando cada vez más al margen. Y así, la escuela consolida al vídeo-niño en lugar de darle una alternativa.

Sucede lo mismo con los periódicos: imitan y siguen a la televisión, aligerándose de contenidos serios, exagerando y voceando sucesos emotivos, aumentando el ‘color’ o confeccionando noticias breves, como en los telediarios.

Los periódicos harían mejor si dedicaran cada día una página a las necedades, a la fatuidad, la trivialidad, a los errores y disparates que se han oído en la televisión el día antes. El público se divertiría y leería los periódicos para ‘vengarse’ de la televisión, y tal vez de este modo la televisión mejoraría Y a quien me dice que estas acciones son retrógradas, le respondo: ¿y si por el contrario fueran vanguardistas?


Apéndice

 

Y si el vídeo-niño se autorrealiza como un vídeo-dependiente (primer recorrido), entonces el vídeo-dependiente se traduce posteriormente (segundo recorrido) en un mal ciudadano que perjudica a la ciudad democrática y al bien colectivo. (Giovanni Sartori, Homo videns, 1998, 2ª ed.).

 


[1] La tesis defendida por Nicholas Negroponte según la cual, en el mundo digital, quien recibe la información puede ‘resetearla’ como quiera, individualizando el control formal sobre el mensaje. En otros términos, profecía según la cual uno no pierde el control en el ‘cibermundo’, del que puede sentirse dueño y señor.

 

Rincón de la cita

Hay un presentimiento muy difundido (...) de cierto agotamiento de los recursos verbales en la cultura y la política de masas de nuestro tiempo (George Steiner).

La realidad escamoteada por la imagen

(Günther Anders)

El pudor y la realidad personal (Marguerite Léna)

El poder inteligente

(Byung-Chul Han)

TV:

fábrica de mentiras

(Lolo Rico)

Pantalla, necesidad de reconocimiento y exigencia de autonomía

(Alain Ehrenberg)

Unos adultos muy pequeñitos

(Pascal Bruckner)

De la ciudad festivizada

(Philippe Muray)

LTI - La lengua del Tercer Reich

Victor Klemperer

La conciencia fanatizada

Gabriel Marcel