Conceptos nietzscheanos
ESPÍRITUS LIBRES
Espíritus libres son aquellos hombres que se han deshecho del llamado ‘mundo verdadero’ como de una carga inútil y contraria a la vida, quienes han dado muerte a Dios, aunque sin darse cuenta de ello, como les reprocha el loco. Son los últimos hombres y representan una etapa intermedia entre el hombre y el superhombre; su época es la del nihilismo pasivo: asisten al desmoronamiento de los viejos valores y las viejas pautas, y se sienten liberados del deber de realizar un ideal inalcanzable; de ahí su algarabía. Eso sí, si después de ellos viene alguien, ante el desierto heredado tendrá que crear, como hace el niño al jugar, nuevos valores, lo que le situará más allá del hombre. Por ello, Nietzsche lo califica de ‘superhombre’, siendo el suyo un nihilismo activo, expresión de la fuerza creadora de la voluntad de poder que, situada más allá del bien y del mal, dice sí a la vida, a la tierra, al eterno retorno de lo fugaz.
IDEA / CONCEPTO
Es un término inventado con el que los hombres designan una clase de cosas o experiencias singulares. Se forma al equiparar casos no iguales, de cuyas diferencias individuales se ha hecho abstracción. Al olvidar su origen empírico, el concepto es elevado al rango de arquetipo o modelo al que deben ajustarse los casos individuales (así sucedería con la Idea platónica y con las éticas cristianas y kantiana). Los conceptos fueron inventados para facilitar la memorización y la comunicación entre los hombres, pero a cambio de alejarlos de la realidad y de petrificar un aspecto de ésta ignorando otros. Por estas razones, Nietzsche afirma que las categorías metafísicas -como ‘sustancia’, ‘sujeto’, ‘ser’- constituyen el último humo de una realidad que se evapora.
‘INCIPIT ZARATUSTRA’
‘Empieza Zaratustra’, es decir, empieza una nueva época, la del nihilismo afirmativo cuyo profeta es Zaratustra. Únicamente podrá vivir en ella quien, aun sabiendo que no hay Dios, mira de frente el desierto sin amilanarse ni renunciar a los ideales: el superhombre. Sólo que ahora es consciente de que no proceden de ningún más allá, sino de su propia voluntad creadora. Ahora sabe que ésta crea porque sintoniza con la Fuerza originaria que fluye por toda la realidad (inorgánica y orgánica), la Voluntad de Poder que empuja a la vida a ser siempre más. Se convierte así él en expresión de ésta, es decir, en artista, esto es, en adorador de las apariencias porque percibe en ellas la realidad, pero reforzada. De esta manera, dándole un sí a las apariencias así entendidas, está diciendo sí a la Voluntad de Poder, lo que significa que está prestando su voz a ésta; de este modo, es la misma Voluntad de Poder la que en todas las creaciones del superhombre se afirma a sí misma. Esta afirmación de sí resulta inevitablemente ilimitada, lo cual implica que la vida, cuyo principio es la Voluntad de Poder, se quiere eterna, es decir, quiere lo fugaz como eterno, y esto no es posible sino queriendo su eterno retorno. La vida terrena no adquiere su sentido de un más allá (el cielo, la sobrenaturalaza), hacia el que se encaminaría a lo largo del tiempo; su sentido reside en ella, en su Voluntad de Poder. Por ello, ésta no necesita para ser (para querer) nada que esté más allá de ella; el objeto de su amor es ella misma: lo que la Voluntad de Poder quiere es querer, tener auténticamente poder de querer o fuerza de voluntad. Ahora bien, esto significa que no puede dejar de querer todo aquello en lo que se ha manifestado, aquellas creaciones suyas en las que ella ha exteriorizado su poder creador (las apariencias); de ahí que su amor sea un amor eterno a todo cuanto fue, es y será o ‘amor del destino’. Tal es el significado del Eterno Retorno de lo Mismo.
JOVIALIDAD
Aunque pueda sorprender, en Nietzsche la jovialidad es inseparable del espíritu trágico y del niño. En Así habló Zaratustra, el espíritu pasa por tres transformaciones: es ‘camello’ cargado con el pesado deber que la Razón le impone (moral de los esclavos), es ‘león’ que sospecha de los valores superiores, que destroza furioso (época nihilista negativa), y finalmente es el ‘niño’ que, desinhibido y sin deberes, vive su vida despreocupado, jugando. ‘Sin aspiraciones a lo elevado y a lo retorcido’, este juego suyo es la expresión inocente del sí a la vida, la manifestación seria del sentido de la tierra, testimonio rotunda del ‘amor del destino’ (amor al destino y amor que el destino tiene por sí). Es importante resaltar que este niño viene tras el león y que la suya es, por ello, una segunda inocencia, la de quien ‘vuelve regenerado de la enfermedad de la sospecha’ (La gaya ciencia): para él, sigue siendo posible, a pesar de todo, amar la vida, pero de otra manera. ¿Cómo? Como el artista trágico, que sabe respetar ‘el pudor con que la Naturaleza se esconde detrás de enigmas e incertidumbres’ y que adora las apariencias (las formas, los sonidos, las palabras) porque en ellas se muestra veladamente la terrible verdad de la vida; como esos griegos, inventores de la tragedia, que sabían vivir porque sabían que ‘es preciso quedarse valientemente en la superficie’ o, lo que es igual, que ‘eran superficiales… por profundidad’.
MUNDO VERDADERO / MUNDO APARENTE
El platonismo distinguía entre Mundo de las Ideas y Mundo Sensible, y el kantismo entre Cosa en sí y Fenómeno, reservando al primero de los términos el rango de real o verdadero y relegando al segundo a apariencia o manifestación del primero, cuando no a mera ficción falsa. Para Nietzsche, en cambio, la apariencia no es la manifestación o el fenómeno de la Idea o de la Cosa en sí. La apariencia es la única realidad, pues no existe un sustrato inmutable y puro del que brote el devenir y el cambio de las cosas. Esta realidad única es Voluntad de Poder, es decir, el instinto primordial de todo lo viviente que tiende necesariamente a desplegar su fuerza, su poder, y que no se deja encerrar en ninguna forma; las desborda a todas, aunque intenten fijarla o reprimirla. Por esto, se enfrenta al mundo de la lógica, cuyas leyes universales pretenden apresarla. Ahora bien, la necesidad de sobrevivir obligó a los hombres a convivir y a comunicarse, para lo cual fue preciso reducir la multiplicidad cambiante de lo real fijándolo y petrificándolo a fin de reconocerlo y compartirlo, es decir, fue preciso mentir en rebaño. En el origen de los conceptos y de las oposiciones platónica, cristiana y kantiana estaría esa necesidad.
POSITIVISMO
Término introducido por Augusto Comte (s. XIX) con el que da nombre a su sistema filosófico. El espíritu humano, tras pasar por los estados teológico y metafísico, habría alcanzado por fin el estado positivo, en el que renuncia a conocer el origen y el destino del universo para limitarse a descubrir, mediante el razonamiento y la observación, sus leyes efectivas. El término ‘positivo’ designa, según Comte, lo real (frente a lo quimérico y abstracto), lo útil (frente a lo inútil para mejorar nuestra condición), lo cierto (frente a lo dudoso) y lo preciso (frente a lo vago y vaporoso). Nietzsche lleva estos rasgos hasta el extremo: si lo verdadero y real es lo positivo y esto es lo útil, lo inútil se descalifica como irreal; por tanto, si el ‘mundo verdadero’ (el más-allá platónico, cristiano, kantiano) ha perdido su influencia en la cultura occidental, es que se ha vuelto inútil para la vida y, por ello mismo, superfluo. Su inutilidad lo ha refutado.
RAZÓN
Facultad que transforma las intuiciones –singulares y cambiantes- en conceptos, en esquemas rígidos del lenguaje que ofrecen al hombre seguridad, pero a cambio lo aprisionan. En efecto, el mundo racional es una invención antropomórfica que permite encapsular la realidad al asimilar sus diferencias y allanar sus jerarquías, pero al mismo tiempo se erige como lo imperativo, es decir, como lo universal y lo obligado. Pretende dominar la vida a base de previsión y prudencia, de represión de los instintos, de preocupación y de angustia por lo no reducido a esquema rígido. Es expresión del instinto apolíneo de la Voluntad de Poder por el que ésta da forma al caos dionisiaco característico de la vida. Sólo que, mientras en la tragedia ambos impulsos (el apolíneo y el dionisiaco) se manifiestan unidos -aunque en tensión-, después de Sócrates y Eurípides el apolíneo se desgaja del dionisiaco en forma de Razón para enseñorearse de la vida, cosa que sólo puede conseguir reprimiendo la fuerza dionisiaca, es decir, desvitalizando las apariencias o la cultura.
VERDAD
Tanto la Verdad como la Mentira son convenciones útiles para la supervivencia de la sociedad, son ilusiones cuyo carácter ilusorio han olvidado los hombres. Éstos establecen como verdadero aquello que les da mayor sensación de poder y seguridad. El lenguaje no se corresponde con la realidad o cosa en sí ya que lo único que expresan nuestros enunciados son aquellas metáforas y, en general, aquellos antropomorfismos que nos sirven para moldear a nuestra conveniencia la realidad a fin de poder vivir. Como dice Nietzsche, ‘ser veraz es utilizar las metáforas usuales, es decir, mentir borreguilmente’ (Verdad y mentira en sentido extramoral). La ‘muerte de Dios’ significa pues que la Verdad ha muerto, esto es, que su lugar (el mundo inteligible y atemporal) se ha borrado del horizonte. Falta así el criterio con el que medir el valor de verdad de los enunciados y, por ello precisamente, resulta que ni la Verdad es más verdadera que la ficción o apariencia, ni la Apariencia más ficticia que la Verdad. A esto se refiere el término ‘Nihilismo’.
VIRTUD / MORAL
En estos términos hay que distinguir tres significados: 1) La exigencia que impone la vida de establecer valoraciones, normas y habilidades; están pues éstas en función de la organización de los instintos y de la voluntad de vivir. En este primer sentido, la moral expresa las condiciones de existencia de los hombres y se considera virtuosa la habilidad para vivir y triunfar; Nietzsche la denomina ‘moral de los señores’. 2) El sistema y conjunto de valores de raigambre platónica y cristiana que ha imperado en la tradición occidental. En esta acepción, la moral va ligada a la división metafísica del mundo (sensible e inteligible, material y espiritual); se estima virtuoso someter las inclinaciones, las pasiones y, en general, la vida a esas pautas (valores y normas) racionales, atemporales y absolutas; Nietzsche la denomina ‘moral de los esclavos’ (representado por el camello). 3) Las nuevas valoraciones propias de una Voluntad de Poder que ha roto a martillazos todos los ídolos (Ideas, conceptos, valores y normas) y cuya virtud es el amor fati, es decir, la fuerza capaz de afirmar la vida una y otra vez, deseando que retorne eternamente, aunque entrañe dolor; Nietzsche la presenta como la ‘moral del superhombre’ (representado por el niño que juega).
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