La existencia y los otros

Gabriel Marcel (1889-1973)

 

No solamente tenemos derecho a afirmar que los otros existen, sino que yo estaría dispuesto a sostener que la existencia no puede ser atribuida sino a los otros en tanto que otros, y que yo no puedo pensarme a mí mismo como existente sino en cuanto que me concibo como no siendo los otros, por consiguiente, como diferente de ellos. Me atrevería incluso a decir que es propio de la esencia del otro el existir; no puedo pensarlo como otro sin pensarlo al mismo tiempo como existente. La duda no surge sino cuando esta alteridad se derrumba, por así decir, en mi espíritu.

    Llegaría incluso a preguntarme si el cogito, cuya irremediable ambigüedad nunca se pondrá suficientemente de manifiesto, no significa en el fondo: “Al pensar tomo cierta distancia con respecto a mí mismo; me suscito a mí mismo como otro y aparezco, por tanto, como existente”. Tal concepción se opone radicalmente a un idealismo que define al yo a través de la conciencia de sí. ¿Sería absurdo decir que el yo como conciencia de sí no es más que subexistente? No existe sino en cuanto se trata a sí mismo como vinculado a los otros, como alguien que está en relación con los otros; por lo tanto, en la medida en que reconoce que se sustrae a sí mismo.

    Se me dirá: “Estas afirmaciones son tan equívocas en su contenido real como perentorias en la forma. ¿De qué existencia habla usted? ¿De la existencia empírica o de la existencia metafísica? La existencia empírica nadie la niega, pero presenta un carácter fenoménico, pues nadie impedirá que los otros sean el pensamiento que de ellos tengo. Por lo tanto, no se ha hecho más que desplazar el problema”. Creo que es esta posición la que hay que rechazar radicalmente. Si admito que los otros no son sino lo que pienso de ellos, la idea que de ellos tengo, resulta absolutamente imposible romper un círculo que se ha empezado por trazar alrede­dor de sí. Si se asienta el primado de sujeto-objeto, o del acto por el cual el sujeto introduce objetos, por así decir, en el seno de sí mismo, la existencia de los otros resulta impensable, y sin duda alguna cualquier otra existencia también, sea del orden que sea. […]

    Cuando trato a otro como un tú y no como un él, esta diferencia de trato ¿me califica sólo a mí mismo, a mi actitud para con este otro, o bien puedo decir que tratándole como un tú penetro más hondamente en él, capto más directamente su ser o su esencia?

    Aquí también hay que ir con cuidado; si por “penetrar más hondo” o “captar directamente su esencia” se quiere significar llegar a un conocimiento más exacto o más objetivo, hay que responder indudablemente que no. A este respecto, será siempre posible, si nos atenemos a un modo de determinación objetiva, decir que el tú es una ilusión. Pero nótese que el mismo término de esencia es extremadamente ambiguo, [pues] por esencia puede entenderse o una naturaleza o una libertad; es tal vez propio de mi esencia como libertad el poder conformarme o no a mi esencia como naturaleza. Es quizás propio de mi esencia el poder no ser lo que soy: simplemente, el poder traicionarme. No es la esencia como naturaleza la que alcanzo en el tú. En efecto, al tratarlo como “él” reduzco al otro a no ser más que naturaleza: un objeto animado que funciona de tal modo y no de tal otro. Al contrario, al tratar al otro como “tú”, lo trato, lo alcanzo como libertad, porque es también libertad y no sólo naturaleza. Más aún, le ayudo en cierta manera a liberarse, cola­boro a su libertad –fórmula que parece excesivamente paradójica y contradictoria, pero que el amor no cesa de verificar-. Mas, por otra parte, el otro es realmente otro como  libertad. […]

    El otro en cuanto otro no existe para mí sino en la medida en que yo me abro a él (o que él es un “tú”), pero yo no me abro a él sino en la medida en que ceso de formar con­mi­go mismo una especie de círculo en el interior del cual yo alojaría en cierto modo al otro o más bien su idea, ya que, con relación a este círculo, el otro se convierte en la idea del otro, y la idea del otro ya no es el otro en cuanto otro, es el otro en cuanto que tiene rela­ción conmigo, como desmontado, desarticulado o en vías de desarticulación. (Gabriel Marcel, Ser y tener).

Rincón de la cita

Una conspiración general de silencio nos haría creer que la miseria no existe. Nosotros no podemos creer que no haya miseria porque no la miremos; aun así, existe, y nos mira y nos concierne (Charles Péguy)

El sentido de la vida (I) (Jean Grondin)

El sentido de la vida (II) (Jean Grondin)

El problema del sentido de la vida (y III)

Jean Grondin

El yo y los otros: la intersubjetividad

Gabriel Marcel

El rostro o mi responsabilidad para con el Otro

Emmanuel Levinas

La fidelidad creadora

Gabriel Marcel

La temporalidad de la existencia humana

José Bergamín

Vladimir Jankélévitch

El hombre existe comprendiendo un sentido

Martin Heidegger

Estar, existir

Paolo Giordano

Jorge Semprún