Tres ejemplos
de medio vital o mundo circundante
1) Los mundos circundantes con percepción de movimiento sin figura: estornino-saltamontes, molusco peregrino-estrella de mar.
La percepción de la forma y la del movimiento se encuentran en una relación muy estrecha. En nuestra propia experiencia percibimos la forma como una nota informativa muy importante de un objeto, y respecto a ella el movimiento reviste una importancia secundaria. Ahora bien, entre un gran número de especies animales no parece ocurrir lo mismo. Con el grado de certeza, ciertamente incompleta, que la experimentación nos proporciona al respecto, se puede afirmar que para determinados animales la forma en reposo y la forma en movimiento no son percibidos como dos estados de un mismo cuerpo. De ahí se sigue -sugiere Von Uexküll- que algunos animales percibirían un movimiento sin forma.
Éste parece ser, por ejemplo, el caso del estornino cuando va a la caza del saltamontes, su alimento preferido. El estornino parece completamente incapaz de reconocer al saltamontes que tiene delante mientras éste permanece quieto, y solamente se lanza hacia él para apresarlo con el pico cuando levanta el vuelo, es decir, cuando se pone en movimiento. De ordinario se supone que en realidad el estornino conoce la forma del saltamontes, pero que, debido a la espesura de la hierba y al color del camuflaje, le es difícil reconocerlo. Y por ello, cuando el saltamontes salta o alza el vuelo, diferenciándose de las formas de los objetos circundantes, es reconocido de inmediato por el estornino. Pero, como hace notar Von Uexküll, según los resultados de algunos experimentos, habría que suponer que el estornino sencillamente no conoce la forma del saltamontes quieto, y que solamente la reconoce cuando emprende el vuelo. En este comportamiento podría residir la causa de la conducta de los insectos que, para librarse de su perseguidor, simulan estar muertos. Los insectos que para huir del enemigo adoptan la apariencia de muertos dejarían por ello de estar presentes y se sustraerían de facto al mundo circundante del perseguidor (en el cual no existen las formas sin movimiento).
Otro ejemplo de percepción de movimiento sin forma se encuentra en el mundo circundante del molusco peregrino. En el habitat o entorno de este molusco se encuentra su enemigo más peligroso, la estrella de mar Asterias. Lo curioso es que, mientras ásta permanece en reposo, no influye lo más mínimo sobre la conducta del molusco, por más cerca que se encuentre de él. Todo parece indicar que su característica forma de estrella, permaneciendo en estado de quietud, no sólo no infunde temor alguno en el molusco, sino que pasa totalmente inadvertida y no constituye señal alguna para él. Mientras permanece en reposo, el molusco se comporta como si su enemigo no existiese. Pero basta que la estrella de mar comience a mover sinuosamente los brazos, de los que se sirve como órgano olfativo, y a acercarse al molusco, para que éste, que ya la ha advertido, se levante y huya.
Algunos experimentos han demostrado que ni la forma ni el color de los objetos en general tienen efecto sobre el molusco peregrino. Sólo y únicamente una señal del mundo circundante es percibida por nuestro molusco: el movimiento a baja velocidad de un objeto, como es exactamente el tipo de movimiento que caracteriza a su enemigo mortal, la estrella de mar. Von Uexküll concluye de aquí que los ojos del molusco han sido diseñados no para advertir formas ni colores, sino sólo para captar un determinado tempus en el movimiento, una determinada cadencia de movimiento lento.
2) El mundo circundante de las abejas: cruces, estrellas y objetos irregulares.
Un entomólogo sabe que cuando las abejas en vuelo descienden en busca de alimento lo hacen preferiblemente sobre objetos de forma irregular, como estrellas y cruces, y suelen despreciar los objetos con forma cerrada, como círculos o cuadrados.
Echemos un vistazo a las abejas en su ambiente. Se las ve, trabajadoras, en un prado de hierba lleno de flores, desviviéndose en la búsqueda del sustento para la colmena. Si, en cambio, penetramos en su mundo circundante, asistimos a una interesante transformación: las flores aparecen ahora como objetos en forma de estrella o de cruz, mientras que las yemas adoptan la característica forma regular de círculo, propia del brote aún no abierto.
Hemos descubierto de este modo una importante característica biológica de la vida de las abejas. Solamente las plantas con flores abiertas (con forma irregular), y los capullos aún cerrados, tienen alguna significación para las abejas. Es decir, éstas esquematizan su mundo circundante en dos grandes grupos de objetos: el de los objetos abiertos e irregulares (al que corresponden las apetecidas flores) y el de los objetos cerrados y redondos (en el que se encuentran los capullos sin abrir). En este mundo circundante no hay más distinciones.
3) El mundo circundante de las mariposas nocturnas y su percepción del sonido.
Tratando del estornino y del molusco peregrino, hemos visto dos casos de un característico tipo de percepción visual del movimiento. Ahora vamos a ver el caso de la percepción auditiva de las mariposas nocturnas. Es sabido que los murciélagos se orientan en el vuelo y determinan la posición de sus presas (insectos de ordinario) por medio de un sistema llamado de ecolocación. Este sistema consiste en la emisión intermitente de sonidos de alta frecuencia producidos por la laringe o la boca del murciélago, que, al chocar con las superficies presentes en la zona de vuelo, retornan al oído del murciélago en forma de ondas sonoras, indicándole así la posición, la distancia y las características de los objetos circundantes. Pues bien, ante el agudo sonido que emite el murciélago, las mariposas nocturnas adoptan diversas reacciones, según estén o no dotadas de una pigmentación defensiva. Las primeras descienden al suelo, buscando ahí su refugio; las segundas, en cambio, fácilmente visibles por causa de su pigmentación clara, se alejan de la zona. Hay que advertir que los murciélagos, incluso los que emplean el sistema de ecolocación nocturna, no son ciegos, como a veces se piensa.
Pues bien, si es sorprendente la técnica de caza empleada por el murciélago, que se vale de un sistema tan sofisticado como es nuestro actual sistema de radar, no lo es menos el sistema de fuga ideado por las mariposas nocturnas. El oído de la mariposa es un caso típico de lo que Von Uexküll llama el contrapunto biológico. Las mariposas nocturnas han desarrollado un tipo de oído dotado de una extraordinaria precisión a escala microscópica, que les permite detectar los sonidos emitidos por el cazador, anulando así, al menos en parte, la ventaja del sistema de caza del murciélago. No cabe duda de que el oído de la mariposa nocturna ha sido diseñado para percibir el sonido que emite el murciélago. La finalidad de este preciso aparato acústico reenvía a la modalidad específica del agudo chillido que emite el murciélago. Una innegable finalidad ha dirigido el proceso de formación de un oído altamente sofisticado; oído que, por otro lado, no es capaz de percibir más que ese tipo de sonido. Éste es, pues, el mundo circundante acústico de nuestra admirable mariposa nocturna: un mundo en el que, por motivos de supervivencia, no se percibe más sonido que el que emite su enemigo. Fuera de esta especializada percepción acústica, las mariposas nocturnas son completamente sordas. (Leopoldo Prieto López, El hombre y el animal. Nuevas fronteras de la antropología, BAC, Madrid, 2008).